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Tolerancia nunca más

Tolerar también significa aguantar o soportar pasivamente lo que se considera inevitable, porque es preferible –o más civilizado– no combatirlo.

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Estos días se habla demasiado de los premios Oscar, un evento que considero disforzado, una gringada que me empalaga. Sin embargo, no puedo evitar mirarlo de reojo y apuntar una serie de películas imprescindibles por tocar temas urgentes, como la bestialidad de las guerras de ayer y de siempre, la corrupción del poder o un tema que está –felizmente– de moda, más que nunca: la discriminación, la sutil marginación, el abuso contra ciertas minorías, manipulados por un concepto de democracia muy occidental y conveniente, según el cual la mayoría manda.
A raíz de la revelación de los ganadores, siempre predecible y no por ello menos celebrada, surgen los rebotes en diarios y revistas, canales varios y redes sociales, y lo que encontramos son fotos de los negros de Green Book o de Freddy Mercury en mallas amarillas, acompañadas de frases tipo “ganó la tolerancia”. Un concepto que, a mi manera de verlo, contiene una ofensa disfrazada de amor, un gesto más de discriminación. Una prueba concreta de que un mismo vocablo puede ser empleado para designar realidades diversas, pero afines y relacionadas entre sí. Y es que la tolerancia se define como la apertura y respeto ante las ideas, costumbres o comportamientos de los demás, aunque no se compartan. Pero (y he aquí la trampa) tolerar también significa aguantar o soportar pasivamente lo que se considera inevitable, porque es preferible –o más civilizado– no combatirlo. En este caso, el objeto de la tolerancia es siempre algo que se juzga malo, no ya lo simplemente distinto, algo que no se quiere, aunque se tolera, como una enfermedad, como un mal clima, el olor de la basura, un grupo de niños pequeños que lanzan globos de agua a los autos… Una serie de eventos desafortunados que nada tienen que ver con ser negro, gay, cholo, musulmán, mujer, etc. Que nada tienen que ver con ser. De modo que la única palabra que merecen (merecemos) es respeto.
Abolir la esclavitud no es tolerancia; señalar y sancionar a un periodista por decir que si ve a dos personas del mismo sexo besándose les pega, no es exigir tolerancia; dejar que una mujer salga a la calle con burka o sin ella no es tolerarla; permitirle el ingreso a un cholo a una discoteca de Larcomar no es tolerancia. Es respeto básico por los derechos del otro. Es un asunto tan infinitamente elemental que ni siquiera requiere ser nombrado. Que el término se extinga, que nadie tenga que suplicar ser tolerado, que en las escuelas no se enseñe tolerancia sino respeto. No toleremos más de lo mismo, no aguantemos cabizbajos una indulgencia, un permiso para coexistir. Tolerancia nunca más.
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