Pongamos fin al maleteo. (Foto: GEC)
Pongamos fin al maleteo. (Foto: GEC)

La pataleta de la ‘Señora K’ por no haber ganado las elecciones se entiende más ahora, pues resulta que le debía plata hasta al lechero. Pero antes de despotricar contra marcas que vamos a seguir consumiendo por comodidad, enfoquémonos en nuestro sistema, donde todo vale.

En 2020 la asociación mundial de jóvenes cristianos YMCA cumplirá cien años en Perú. Entre los jóvenes que se unieron a la asociación desde sus inicios en 1920 estaba Víctor Raúl Haya de la Torre. Su cercanía con la “Guay” se debía a su trabajo como presidente de la Federación de Estudiantes del Perú. La YMCA encajó con su visión del continente: una región donde los jóvenes asumieran el papel protagónico, sin distinciones y con igualdad de oportunidades. Años después, en 1931, cuando se presentó a las elecciones presidenciales, la asociación apoyó públicamente su candidatura. El Apra no ganó y Haya ocupó el segundo lugar detrás de Sánchez Cerro.

Hace cien años, además, no existían tantos medios de comunicación disputándose la propaganda electoral y cobrando millonadas por ella. De hecho, la televisión no se había encendido para nadie. La campaña aprista de 1931 introdujo medios nunca antes vistos en las elecciones peruanas, como pintas callejeras en todo el país, inclusión de juventudes no votantes, himno propio, bandera, pañuelos blancos, etc. Nada que requiera maletas con millones entregados por lo bajo al candidato. Podemos simpatizar o no con el Apra, lo mismo que con la asociación cristiana, pero lo rescatable es la transparencia con la que unos apoyaron a otros.

Lo que hemos llegado a permitir hoy, en nombre de la rentabilidad de quienes tienen el poder (grupos empresariales, medios de comunicación, movimientos religiosos y partidos políticos), es absolutamente troglodita, por muy neoliberal y moderno que parezca. La ‘Señora K’ no solo recibió de la empresa privada maletas con millones de dólares en la clandestinidad, también hizo pactos con la Iglesia evangélica, prometiendo bloquear la unión civil para personas del mismo sexo, el aborto terapéutico y el enfoque de género. Transacciones donde el votante no importa porque es un medio, no un fin.

La avalancha de propaganda política para dummies que se viene será un despilfarro donde se venden millones de envases que no contienen nada. El problema es que eso es legal. Si se trata de mirar atrás como intento de recuperar algo de dignidad, deberíamos tomar una medida radical de cara a las próximas elecciones: usar exclusivamente el canal del Estado desde un mes antes para dar, gratuita y equitativamente, una cantidad de minutos diarios a cada candidato, para que diga quién es y qué propone. Y prohibir, mientras haya tanto rufián al acecho, cualquier otro tipo de campaña.

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