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Por: Gloria Montenegro

A pocos días de que se debata el tema de la paridad y alternancia en el Congreso de la República, es necesario realizar algunas precisiones.En 1995, en la Conferencia sobre la Mujer organizada por la ONU en Beijing, Alberto Fujimori fue el único presidente varón en participar y manifestar su respaldo al movimiento de mujeres que buscaba equidad y justicia.

La conferencia marcó un hito al hablar de la igualdad de género. Fujimori impulsó temas sobre planificación familiar, ley de cuotas en las listas congresales, enfoque de género en las guías de educación sexual y la creación del Ministerio de la Mujer.

Este tema ha estado en la agenda de todos los gobiernos desde aquella fecha. Por eso nuestra sorpresa al ver al fujimorismo tomando una posición contraria e irracional, ahora que se pueden consolidar los viejos anhelos por la igualdad.

Escuchar decir “no se puede obligar a las mujeres a participar en política”, como respuesta a la alternancia y paridad, nos indigna. No se ha entendido la solución o ni siquiera tienen consciencia del problema. Nadie desea obligar a las mujeres a participar en algo. Se trata de salvaguardar un derecho que se consagra en la Constitución, pero se limita en la práctica, se requiere implementar mecanismos que les den vigencia a nuestros derechos.

Otro argumento en contra es que no existen mujeres preparadas. Si quieren decir preparadas académicamente, lo cierto es que cada día hay más egresadas que egresados universitarios. Además, la preparación natural capaz de sustentar importantes aportes está presente en nuestras mujeres en todos los rincones del Perú.

Desde hace 12 años, la Defensoría del Pueblo ha observado que las mujeres suelen ser ubicadas en los tercios inferiores de las listas, disminuyendo fuertemente su probabilidad de elección; y viene recomendando al Congreso emitir la legislación que solucione este problema. Esa solución es la alternancia y la paridad, y esta es la oportunidad de cumplir la recomendación, pero, sobre todo, cumplir con las mujeres crónicamente postergadas. No se trata, pues, de una propuesta coyuntural, cosmética o banal. Coinciden en ella las instituciones y las fuerzas vivas de nuestra democracia.

Es imperativo reconocer en la paridad y alternancia la gran oportunidad para superar brechas sociales, para corregir desigualdades y para que miles de jóvenes miren con optimismo la política.