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La niñez revictimizada

“He conocido a niñas que terminaron explotadas sexualmente, precisamente porque huyeron de sus casas, donde eran abusadas por sus familiares”.

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Un CAR es un Centro de Atención Residencial. Estos acogen a menores que, por abandono, abuso o violencia familiar, terminan viviendo en la calle o trabajando, explotados en actividades agrícolas, extractivas y de esparcimiento etílico y sexual de adultos que viven bajo otras formas de explotación, pero en torno a las mismas actividades ilegales. Cerca de las zonas mineras y madereras de la Amazonía peruana siempre hay niños explotados. Cuando la Policía los rescata y el fiscal encargado de investigar determina que volver a su hogar es un riesgo, los niños son enviados a estos centros, muchas veces contra su voluntad, porque han normalizado su actividad, como una de no explotación.
Estamos hablando de niños metidos hasta el cuello en ríos plagados de mercurio, sacando oro para alguien que los maltrata, de niños que se pasan diez horas diarias a cuarenta grados de calor, sin zapatos, haciendo carbón por 8 soles diarios para un adulto que los explota, y de niñas que tienen que atraer clientes, bailándoles en ropa enana en prostibares, para que tomen con ellas todas las cervezas posibles y generen una buena renta al dueño del bar.
Estos niños vienen de zonas rurales de pobreza extrema en busca de un empleo que jamás es lo que les prometieron, soñando con ayudar a su familia o simplemente huyendo de padres, tíos y abuelos abusadores.Funcionarios del Ministerio de la Mujer acaban de declarar que los CAR no están en emergencia. Qué buena noticia sería esa, porque hace tan solo un año estuve en algunos de esos centros y lo que vi fue un nivel de pobreza y hacinamiento muy triste. La directora del CAR, una mujer muy valiente y valiosa, me comentó que la plata que les daba el Estado no les alcanzaba ni para papel higiénico y que tenían que recurrir a donaciones privadas para subvencionar sus gastos. La ministra también ha declarado que la prioridad es que los menores puedan volver a sus hogares. Pero he conocido a niñas que terminaron explotadas sexualmente, precisamente porque huyeron de sus casas, donde eran abusadas por sus familiares. He acompañado a la Policía a una diligencia de rescate de una niña que se había escapado de su CAR (albergue) y había vuelto a su casa, donde sus padres y abuelos no la querían entregar porque la tienen en la calle vendiendo pasta. La niña tampoco quería volver al CAR porque un empleado del albergue la había violado. Luego conocí otro albergue tan paupérrimo, que irónicamente dependía del “barón del carbón” para que, con su donación anual, los niños pudieran tener una mínima celebración navideña. Si estas no son situaciones de emergencia, definitivamente no estamos en una... digo nomás.
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