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Qué flojera
“Los oficialistas cierran filas y se paran al lado del presidente mientras este da un mensaje que no convence, pese a que por primera vez se le escucha hablar de manera contundente”.
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Qué flojera este asunto de PPK y su renuncia/vacancia/descargo/defensa/mentiras. Voté por él, pero no soy ppkausa porque no hago mía causa alguna, salvo la que me lleve a dejar de vivir en un país con el perfil político de un bebé que se caga cuando acaban de cambiarle el pañal, y eso agota, pero agota más cuando el asunto no se compensa con la infinita gracia de los recién nacidos. Congresistas de diferentes bancadas desfilan por programas de televisión (casi todos son hombres y la mayoría se pinta el pelo) argumentando confianza, renuncia o vacancia según convenga a sus intereses. Los fujisicarios quieren que ruede la cabeza del presidente porque ha mentido, pero la mentira solo los ofende cuando no proviene de su guarida. Los oficialistas cierran filas y se paran al lado del presidente mientras este da un mensaje que no convence, pese a que por primera vez se le escucha hablar de manera contundente, sin leer y sin chistes inútiles que, por si fuera poco, nunca se entienden.
Como decía mi abuelo: “La camioneta se atasca, la situación se complica, y todo el mundo se rasca sin saber dónde le pica”. Y como viene la siempre inoportuna Navidad y su histeria colectiva, ahora “el pueblo” (me encantaría que quienes hablan así definan el concepto) se la re pega desde el sábado 23 de diciembre hasta el martes 2 de enero, fechas amnésicas en las que pasará lo de siempre: el oficialismo navegará a velocidad de crucero tomando mimosas en Asia y la oposición trabajará las 24 horas del día a ritmo de cucaracha voladora, tumbándose también al Poder Judicial, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público, el sistema penitenciario, la nueva ley universitaria, el cannabis medicinal, la sentencia contra el sodálite pedófilo, la feria del libro, Mistura, el Museo de la Memoria, el turrón de doña Pepa, la bandera del Tahuantinsuyo porque es igual a la de los gays, los gatos del parque Kennedy, etcétera. Pero no importa, el 2 de enero “el pueblo” tendrá la resaca habitual de estas religiosísimas fiestas y dirá: “¡País de mierda... pero vamos al Mundial, conchesumare!...”. Y el ídolo máximo del fútbol nos volverá a contar que su única relación con la coca es un pago a la Pachamama que hizo en el hotel de Buenos Aires, y las caras de muñecos de torta de los candidatos a las municipales inundarán la Panamericana sur prometiendo honestidad, limpieza, seguridad y cualquier palabrilla que le suene bien a un resaqueado, aunque ya nadie invierta en el país porque más rentable es poner un puesto de pan con camote en el malecón de Ipanema.
Qué flojera.
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