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La culpa es de Woodstock

“Lo que les ha faltado a los curas pedófilos (y se les nota por más larga que tengan la sotana) es amor, primero al propio cuerpo y a la propia alma, y luego al prójimo”.

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Emérito papa Benedicto XVI escribió una carta y afirma que está listo para morir. (AFP)
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El controversial asunto del sexo anal ha sido tendencia en las redes. Parece que algún texto de tercero de media hecho por el Ministerio de Educación –de esos que van mutando conforme se va cambiando de ministro cada tres meses– ofrece un link de Internet que llevaría a los adolescentes peruanos a conocer más acerca de la conducta sexual del humano y, por ende, ilustra a nuestros retoños en materias tan escabrosas como el sexo por el poto. Algo que, ciertamente, casi todas las personas quieren experimentar en algún momento de sus vidas, se trate de hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales o incluso sacerdotes. Así que la mitad de los usuarios se ríe del asunto, como algo sin importancia, ni más ni menos que cualquier otra materia de estudio. Pero la otra mitad se indigna, qué aberración… ese órgano se hizo exclusivamente para defecar… no es un vehículo reproductivo. Las horrorizadas arengas se lanzan en nombre de la Biblia y lo que Dios ha dicho.
Por estos días, además, el papa Benedicto ha publicado un tratado sobre la pedofilia en la Iglesia católica, cuyo origen atribuye a la revolución sexual de fines de los sesenta. En esos años, el hombre estaba a punto de llegar a la Luna, la guerra de Vietnam ametrallaba cuerpos y corazones, los estudiantes franceses protestaban contra la sociedad de consumo en mayo del 68, se cocinaba el evento musical más grande y duradero de la historia, y en Perú teníamos el gobierno golpista de Velasco, quien no dejó bajar de su avión al guitarrista Carlos Santana y Lima se quedó sin fiesta, una vez más.
Todo eso lo sé porque nací en 1968 y mi mamá recortó y pegó, en un álbum de mi primer año de vida, las noticias más importantes. Lo que no sé, y me encantaría saber, es qué parte de todo esto genera que un sacerdote abuse sexualmente de un niño. Se lo he preguntado a mi sabia mamá y no ha podido evitar reírse… “¿O sea que la culpa es de Woodstock?”.
Benedicto le recuerda al mundo que se ha perdido el verdadero fin de la vida, que es el amor a Dios. Me pregunto qué tiene que ver la pedofilia con la falta de amor (o temor) a Dios. Lo que les ha faltado a los curas pedófilos (y se les nota por más larga que tengan la sotana) es amor, primero al propio cuerpo y a la propia alma, y luego al prójimo.
Satanizar prácticas que, consentidas, no hacen daño a nadie, como el sexo anal, es una hipocresía más. Hagan lo que quieran con sus potos, no con
los niños.
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