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Un jueves de miércoles y de gloria
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¡Qué contradictoria manera de ser grandes y canallas! La deflagración de un camión cisterna de gas en Villa El Salvador mostró esas dos caras. Bastó un aviso pidiendo sangre para que cientos hicieran cola hasta que los bancos colapsaron rebasados de tanta generosidad. Una señora joven expresó lo que sentían todos. Entre sollozos repetía: pobrecitos, pobrecitos angelitos.
No tenía parientes ni amigos entre las víctimas. Pero estuvo cerca de la tragedia y vio niños quemados. Achicharrados, dijo. No la animaba figuración ni recompensa, porque no las había. Tenía dolor, pero no de ella, sino por aliviar el de otros. Y allí estaba perdiendo su día de trabajo, dando su sangre como muchísimos más. Ese jueves todas las sangres fueron una sola.
Mientras tanto, hay canalladas. Por subsidio, el gas en balón para casas es más barato que el gas a granel para industrias, hoteles y edificios. Así que el informal compra gas barato declarando que es para envasar en balones, pero lo revende caro como granel.
Eso distribuyen los 500 camiones que circulan como bombas de tiempo porque, para ganar más, tampoco invierten en seguridad. Canallas también los funcionarios y el contratista que construyeron una pista desnivelada.
Eso hizo que el camión se inclinara y que la cisterna fuese dañada por el nivel más alto.
Por allí salió el gas y empezó todo. Canallas unos periodistas: el chofer se fugó. Horas después, un video lo mostraba tratando de cerrar el escape de gas y alertando a los vecinos. No se le vio más porque quedó herido y había sido llevado a un hospital. Acumulaba multas, pero devolvió coraje.
¿Qué hace que en lo particular seamos solidarios y generosos, mientras que en lo público aparecemos negligentes y corruptos? Quizá haya que recordar que en los ochenta, entre hiperinflaciones y terrorismos, cada quien sobrevivió como pudo.
El vecino, el pariente y el paisano ayudaron. Pero el Estado no, porque estuvo replegado contra Sendero. Lima es la hija de un padre ausente. Cuando el Estado retorna, no tiene autoridad, porque los abandonados que se crían sin padre no lo respetan. Por eso nuestra desidia por lo público. Pero necesitamos Estado y sus instituciones.
En esta crisis, por ejemplo, los bomberos, los médicos y las enfermeras respondieron a la urgencia con eficiencia y empatía. Entonces, sí se puede. Tenemos que apostar por lo público.
A fin de cuentas, el Estado somos nosotros mismos y, en esta Lima gigantesca, lo necesitamos. Empecemos este domingo votando con cabeza y con corazón.
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