Que quede bien claro y zanjado. Uno puede ser todo lo respetuoso con el dolor ajeno y, por ello, se asume cierto silencio en respeto al luto y el sentir de los familiares y allegados de una persona fallecida, pero otra cosa muy distinta es que nos tomen a los peruanos como tontos y, con complicidad del Gobierno y del Congreso, pretender burlarse de la inteligencia y la memoria de un país; eso sí es una afrenta.
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Toda esta puesta en escena y show mediático de las exequias del dictador Alberto Fujimori han sido una falta de respeto a la dignidad de un país, porque a un dictador no se le despide entre aplausos y mucho menos se le rinde un homenaje con honores de jefe de Estado; más aún si fue un presidente corrupto y sentenciado por graves delitos de violaciones de los derechos humanos.
No van a venir a querer terruquear por defender la dignidad del país, por poner algunos puntos sobre las íes; más si han querido hacer de un velorio una plataforma política. Ahora tienen que atenerse al escrutinio público para poner en debate el supuesto legado de Alberto Fujimori, porque ahí están para recordarnos el pasado oprobioso los vladivideos y todo el cogollo fujimorista que terminó preso después de una década de gobierno que, inclusive, pretendía perennizarse en el poder torciendo la propia Constitución que nos impusieron.
Ver a todo el Gobierno que supuestamente representaba a la izquierda, que fue antagónica en la campaña y, además, ver ahora a la propia presidenta tragarse todas las palabras de un debate de 2021, en el cual trató a Fujimori de corrupto, asesino y ciudadano oriental, ahora rindiéndole homenajes de jefe de Estado ha sido degradante y una muestra palpable del pacto infame que existe en el poder.
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Parecía que Keiko era quien daba las órdenes para que le rindan homenaje en Palacio de Gobierno al féretro de Fujimori, con todos los antecedentes mencionados, con lo cual podemos deducir el poder de facto que tiene el fujimorismo con el Ejecutivo. Por eso, han sometido a sus designios a una presidenta pusilánime, porque no hay otra justificación para tan grande despropósito.
Si así hubiera rendido homenaje a las 49 víctimas de la conflictividad social de fines de 2022 e inicios de 2023 como lo han hecho con Fujimori, tal vez hubiéramos entendido el supuesto gesto de humanidad de la presidenta, que ahora se ha desvivido en atenciones en Palacio a un presidente corrupto y manchado con sangre de peruanos que aún claman justicia.