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Un chico por la mitad
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Las sentencias más sabias de la historia parecieron una estupidez. Por ejemplo, en la Ínsula Barataria del siglo XVI, el labriego joven reclama al labriego viejo que devuelva 10 monedas de oro que le había prestado. En el juicio, el viejo juró que las había devuelto. El gobernador Sancho Panza le dio la razón, pero le ordenó entregar su bastón al joven. ¿Por qué si la propiedad del bastón no estaba en litigio? Hace 30 siglos, en el reino de Israel, dos mujeres disputaban ser la madre de un niño. El rey Salomón resolvió que se partiera al niño. ¿A quién se le ocurre matarlo para entregar a cada mujer una mitad?
Don Quijote y El libro de los reyes sorprenden en estos relatos. El viejo había ocultado las monedas en su bastón. Para jurar le pide al joven que lo sostenga y por eso puede afirmar que las ha devuelto. Sancho Panza advierte el ardid y dispone que el joven retenga el bastón para que recupere las monedas. En el otro caso, para el rey Salomón era evidente que la verdadera madre no permitiría que se matara a su hijo y ordena que sea ella quien se quede con el niño.
Como se ve, la justicia no depende tanto de leyes buenas o de conocer mucho derecho. Depende de algo más simple y difícil: saber buscar la verdad y medir sus consecuencias.
En estos días, el Congreso debe elegir a seis jueces para renovar el Tribunal Constitucional. Hay turbulencia porque ese tribunal deberá decidir si procede cerrar el Congreso si no aprueba el adelanto de elecciones. Pero mire usted el desbarajuste: cuando se trata de elegir a los jueces, el Congreso acelera y el Ejecutivo frena. En cambio, cuando se trata del adelanto de elecciones, es el Congreso el que frena y el Ejecutivo el que acelera. Uno y otro se atropellan, no se escuchan y menos se entienden.
Olvidamos que ese tribunal también resuelve si un impuesto es confiscatorio; si un trabajador puede ser despedido de una manera; si una muchacha puede recibir anticonceptivos; si los homosexuales se pueden casar; si un terreno se puede expropiar para abrir una carretera; o, si una mujer puede ser asociada de un club.
Estamos más preocupados por el color político de los candidatos que por averiguar, a través de lo que han escrito y de sus sentencias previas, qué tan geniales son para buscar la verdad y qué tan capaces son de medir sus consecuencias.
No solo resolverán pleitos políticos. Las sentencias del Tribunal Constitucional también afectan nuestras vidas cotidianas. Eso es más importante de lo que parece y debiera preocuparnos más.
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