Richard Arce
Richard Arce

En diplomacia se deben cuidar las formas. Es un principio elemental de las relaciones internacionales y lo sabe muy bien cualquier diplomático de carrera, porque justamente las relaciones diplomáticas están enmarcadas en principios como la reciprocidad, la tolerancia, y hasta en la discrepancia hay procedimientos ya estandarizados que permiten desenvolverse a cualquier delegación diplomática en un país que no es el suyo.

El término ‘diplomacia’ alude a la capacidad que se debe tener para manejar el discurso y la posición frente a temas controversiales y asuntos de gobierno, a través de las delegaciones diplomáticas que representan al país en las sedes de nuestras embajadas; tienen la obligación de cuidar las formas y canales de comunicación, recordando siempre que en estos cargos se representa al Perú —no se puede anteponer posiciones personales o de grupo antes que el país— y se debe recordar siempre que las expresiones y posiciones que se manifiestan evidentemente ratifican la posición del gobierno de turno y, por ende, del país.

De ahí la importancia de designar como canciller a un diplomático de carrera, que, para empezar, conoce muy bien estos avatares de la diplomacia y va a saber cómo desenvolverse en esta instancia. Se sobreentiende que lo debe hacer llevando en alto el nombre del país. Por ello, resulta inverosímil la actitud asumida por el canciller González-Olaechea, quien se olvidó de las formas y en una actitud desubicada —en una recepción de la embajada anfitriona— pretendió cuestionar la posición expresada desde la Embajada de Canadá, frente a las leyes inconstitucionales y atropellos que comete el Congreso con el aval del gobierno, como es la pretendida ley para vengarse de las ONG y hasta las que debilitan el sistema de justicia en la lucha contra el crimen.

Habría que recordarle a Gonzalez-Olaechea que fueron 15 embajadas las que se pronunciaron en el mismo sentido que Canadá, porque el dictamen, si se aprueba y se convierte en ley, evidentemente afecta la labor social y la cooperación internacional que desarrollan estos países.

La militancia que tiene el canciller y sus sesgos avergüenzan al país, porque no es digno de representarnos, más aún cuando no sabe cómo desenvolverse y dar la talla en el cargo de canciller; con esa actitud más parece un chauchiller, de esos de triste recordar que deshonran nuestro prestigio internacional.

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