El Gobierno nos vuelve a sorprender con un nuevo acto de improvisación. Anuncia con bombos y platillos la próxima inauguración del nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, pero evita contarnos la historia completa sin explicar por qué un proyecto tan relevante para el país entrará en funcionamiento sin accesos ordenados ni puentes definitivos. Una joya incompleta que, desde el punto de vista de la ingeniería, no es una obra concluida, sino un pretexto para salir del paso tratando de salvar una situación generada por retrasos y mala planificación.
“A más piedras, más obras”, afirma la presidenta Dina Boluarte mientras huye de las piedras que le lanza la población; sin embargo, el problema no son las piedras, sino que se lance una obra a medias sin tener en cuenta que, para millones de pasajeros, será una odisea abordar un avión porque no se han concluido los accesos para vehículos y peatones.
¿Por qué el Gobierno tiene premura de inaugurar el principal aeropuerto del país en diciembre si recién en cuatro años, en 2028, habrán de estar los esenciales accesos vehiculares y peatonales? La respuesta contiene una infame decisión gubernamental: se inaugura con prisa y sin obras concluidas para evitar las sanciones por incumplimiento establecidas en el contrato con Lima Airport Partner (LAP), la empresa concesionaria.
De acuerdo con el contrato, LAP cumplía con culminar el aeropuerto y el Estado, a su vez, debía finalizar la construcción del puente Santa Rosa como vía externa de acceso principal al nuevo Jorge Chávez. Sin embargo, en cinco años, nada se ha hecho debido al desastre burocrático plagado de convocatorias fallidas, empresas cuestionadas y expedientes deficientes.
El ministro de Transportes, Raúl Pérez-Reyes, hizo una entrega simbólica de puentes modulares temporales en lugar de entregar el puente Santa Rosa definitivo. Estamos ante la criollada de recurrir a un parche para tapar la mala gestión. Se recurre a una “solución” provisional en lugar de cumplir con la obligación de entregar una obra plenamente operativa.
Varios especialistas aeronáuticos se han mostrado disconformes ante el anuncio de que el 18 de diciembre será la fecha en que iniciará sus operaciones el nuevo aeropuerto, por una razón evidente: en la quincena de diciembre se inicia la temporada alta y, sin accesos peatonales y vehiculares operativos, lo que habrá será un desbarajuste de conductores y taxistas desesperados.
Se añade el tema de la inseguridad en los alrededores y, como parece que tenemos dos gobiernos distintos, el ministro de Transportes promete contar con decenas de policías, pero el ministro del Interior informa que existe déficit de personal policial.
El discurso y el papel aguantan todo, incluso un aeropuerto incompleto que se inaugura en diciembre. Mejor empezar a averiguar cómo se podrá abordar un vuelo a tiempo en medio del caos que se va a armar.
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