Si de algo están sirviendo las rondas de debates electorales es para llegar a conocer un poco mejor la personalidad de los candidatos, más allá de sus discursos.

No estamos diciendo que no sean importantes las propuestas, sino que aparte de los planes de gobierno y las promesas –muchas de ellas irrealizables o improvisadas– es importante detectar, a través del comportamiento de los participantes durante la campaña, si en verdad son demócratas o más bien autócratas encubiertos, si están interesados más en dividir que en sumar, en excluir y no en incluir, en volver al pasado a punta de demagogia o encaminar al país hacia un futuro mejor.

Porque los tiempos que se vienen para el Perú, con un posible Congreso altamente fragmentado, requerirán de una enorme capacidad de convocatoria, de saber trabajar con las fuerzas vivas de la nación, pero también con las organizaciones que las representan, sean gremiales o políticas. Solo así podremos vencer a la plaga y salir de la crisis económica.

Los últimos sondeos van dejando en claro que esta contienda es ya cosa de seis: Yonhy Lescano (Acción Popular), Keiko Fujimori (Fuerza Popular), George Forsyth (Victoria Nacional), Hernando de Soto (Avanza País), Rafael López Aliaga (Renovación Popular) y Verónika Mendoza (Juntos por el Perú).

De este sexteto saldrá el próximo presidente del Perú, y todo indica que será en una hipotética segunda vuelta, seguramente con reacomodos y alianzas, transacciones, así como de acuerdos bajo y sobre la mesa.

El país ha escuchado no pocas barbaridades sobre el COVID-19, desde aquellos que dicen ser inmunes y rechazan los protocolos internacionales, hasta recetas cantinflescas para curarse. Se han ofrecido millones de dosis de vacunas, eliminación de impuestos, peajes y hasta la cancelación de proyectos mineros esenciales para nuestro desarrollo.

Los peruanos tenemos que estar atentos. Analizar las propuestas y las trayectorias. Las empresas, los negocios y los antecedentes de cada candidato, la proximidad con jefes de Estado de otras naciones o con fracasados modelos de desarrollo en la región. De prometer, se puede prometer todo, pero la realidad, después de tantas palabras, la enfrentará la ciudadanía.