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El triunfo de la necrofilia
Soy de los que creen que vivir en paz con uno mismo es uno de los factores determinantes de la salud física. Esa paz interior o, mejor dicho, esa pequeña guerra interior por observar una conducta que sea consecuente con la obligación elemental de ser solidarios con nuestra especie, respetuoso de las otras formas de vida y custodio permanente de la naturaleza, no es tarea sencilla.
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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com
Especialmente, en un mundo impregnado de una filosofía necrófila que invita a la competencia salvaje y desleal, que impulsa una explotación de los recursos naturales a un ritmo que supera la capacidad de la naturaleza por recomponerse, que envenena sin cesar el ambiente y que, finalmente, no cesa de provocarnos a consumir desorbitadamente todo aquello que, saludable o tóxico, útil o inútil, produce, no puede ofrecernos demasiadas alternativas para conquistar esa paz interior portadora de salud, a la que hacía alusión al inicio de esta nota.Pero aún más grave que todo lo descripto es la contaminación ideológica.
Ese esfuerzo cotidiano, hecho cataratas de imágenes televisivas, olas de voces radiales y huaicos de textos que repiten, monocorde y acríticamente, un triste y desvaído libreto. Algunos lo hacen con la agilidad de su entrenamiento mental, otros, que han tenido menos oportunidades de desarrollar su intelecto, cacareando, como si fuera un mantra, las 'verdades' de los medios. Toda crítica es una afrenta al orden impuesto. Ya no hace falta policía que reprima, han inoculado dosis masivas de debilitamiento neuronal y, gran parte de la masa temiendo perder conquistas que más se parecen a humillaciones, se unen al coro. Estamos provocando un daño irreversible a la capacidad de proponer alternativas que superen este estadio primitivo de nuestro desarrollo.
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