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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Resulta contradictorio cuando el presidente Humala y su esposa se refieren al "ruido electorero" de la capital y a los "candidatos" cuando los adversarios denuncian o responden políticamente. El "traje de campaña" que el mandatario exigió a sus seguidores vestir, meses atrás, él lo exhibe, con pasión, en cada viaje e intervención que realiza, en nombre "de la familia presidencial". Exacerbar la mirada de escepticismo que tienen las regiones hacia Lima no va a ayudar, sino que provocará una mayor desconfianza. Ha sido una táctica utilizada en el pasado por el fujimorismo, y ya vimos cómo acabó su líder. Es curioso e incoherente que, vistiendo ese "traje de campaña", exija a los otros probables candidatos un trato distinto y especial. Queda en evidencia que el escenario primigenio de la extensión de su gobierno, a través de Nadine, quedó descartado. Sin embargo, se percibe una necesidad de protección personal y familiar, porque en el 2016 la cosa viene dura. Requieren urgente una defensa "leal y sin disidencias" en el próximo Congreso. Por lo tanto, no es tan difícil colegir que "la desconfiada Lima" no es la plaza idónea para sus objetivos electorales. La versión de la calle es que el año electoral se adelantó, que los enfrentamientos políticos se endurecerán cada vez más. Así, los peruanos perdemos porque en la polarización y en las malas estrategias de respuesta del poder, las oportunidades se diluyen hasta desaparecer. ¿Hasta qué punto de crispación y de enfrentamiento esas fuerzas del poder son capaces de llevarnos para conseguir sus fines? No caigamos en la trampa de "nosotros somos los buenos y todos los demás son los malos" porque esa historia ya la vivimos y no trae nada bueno. Seamos capaces de ayudar a que el "conductor" del gobierno deje el traje de campaña y se ponga el de estadista.