Ya perdí la cuenta de la cantidad de chicos y chicas con los que he conversado en los últimos años. Algunos amigos me escriben para pedirme unos minutos para tratar ciertas dudas vocacionales con sus hijos. Ciertamente, dado mi campo profesional, se trata de adolescentes que están entre alguna ciencia social y alguna profesión vinculada a las comunicaciones o la creatividad.

Lo primero es escucharlos. Conversar para comprender cuál es el dilema que está en juego. Hago preguntas y cada respuesta suya invita a nuevas preguntas. Como sucede en todo repaso, mientras los chicos se escuchan, se acercan a sus propias soluciones. Ninguno imagina cuánto se aprende de ellos.

Si bien la vocación es un llamado que surge de la propia experiencia, hay algunas consideraciones que les sugiero que tomen en cuenta. Por ejemplo, que no importa qué estudien primero, si lo uno o lo otro, pues tal vez vayan a estudiar ambas cosas y alguna más. La especialización cerrada, el pensamiento monoaural, ya fueron. El mundo de hoy pide miradas complementarias, haces de unos oficios sobre otros. Para reforzar esto les pido que comparen qué estudiaron sus padres y a qué se dedican ahora. La mayoría se sorprende con lo obvio.

También les pido que imaginen el mundo en dos décadas. Tal vez las universidades hayan dejado de existir o se hayan convertido en sofisticados talleres de trabajo. Tal vez la gente consiga empleo debido a sus logros o, inclusive, sus proyectos, y no gracias a sus títulos. Tal vez las aplicaciones y programas hayan dado lugar a otras herramientas sincronizadas con ciertos procesos mentales básicos. La idea es que visualicen lo evidente: casi nada de lo que estudien en los próximos cinco años tendrá más de una década de vigencia.

Mi propósito es que no sientan la presión absurda que sentíamos antes, que abandonen la fantasía de que la carrera que hoy elijan determinará el resto de sus vidas. No espero que se vayan con una decisión clara sino que abracen el paradójico alivio que se siente cuando uno se entrega a la incertidumbre profesional. La primacía del ensayo y la contextualización. La curiosidad apasionada que produce valor para su sociedad. La ética de quienes comparten soluciones y son estimulados por las soluciones de otros. Compartir en vez de poseer. Les digo, la cooperación es el futuro.

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