La plaza de Las Ventas, "la catedral de la tauromaquia mundial" según 'Don Simon'. (Foto: AFP)
La plaza de Las Ventas, "la catedral de la tauromaquia mundial" según 'Don Simon'. (Foto: AFP)

España acaba de eliminar el Premio Nacional de Tauromaquia bajo el pretexto de que cada vez hay menos aficionados. Para el ministro responsable de la decisión es una actividad injusta y sádica.

El mundo de los puede o no gustar. Pero no es una “actividad”.

Es un arte de honda tradición española.

El mundo del toro no solo representa un interesante punto de unión entre España y Latinoamérica. En España los entendidos conocen la historia de Conchita Cintrón. Veneran a nuestro Roca Rey y recuerdan con nostalgia al colombiano César Rincón.

Al genio Picasso no se le concibe sin el tributo que rendía al toro de lidia. Él mismo se identificaba con el toro bravo.

El castellano está inundado de frases de origen taurino que incluso han trascendido al inglés.

¿Quién no “coge el toro por los cuernos”? ¿Quién no opta por “ver los toros desde la barrera” cuando quiere distanciarse en su perspectiva?

¿Y quién no recurre a la frase “a toro pasado” para explicar que es muy fácil dar las respuestas, cuando ha pasado el momento? El taurino recurre a ella para señalar al torero que lanza pases cuando la cabeza del toro le sobrepasó.

No sé por qué en España se identifica al mundo taurino con la derecha. En tiempos de Franco el fútbol se decía que era el opio del pueblo.

¿A qué se debe esa mala fama del toreo? Ante el toro, un hombre se juega la vida. Parecía un arte destinado a los pobres. Solo un pobre estaría dispuesto a jugarse la vida para librarse de las cornadas que da el hambre.

Hoy, un tenista o un futbolista gana muchísimo más que un torero por universal que sea. La “gauche” más que “divine”, impresentable, ha decidido, alabar a los primeros y denostar a los segundos. Han “pinchado en hueso”.


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