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Una sociedad que llora
“Así permitimos que desde la izquierda, esa prima hermana de Sendero y del MRTA, se reescriba nuestra historia”.
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Amnistía Internacional inauguró esta semana un mural con los rostros de las víctimas de las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. Marina Navarro, directora ejecutiva de Amnistía Internacional en Perú, sostuvo en la ceremonia: “Lo que queríamos era que las personas dejen un mensaje de memoria, para que no se olvide, porque las víctimas tienen derecho a justicia, y si no hay memoria, no podemos garantizar la no repetición”. Y yo me pregunto, cuándo financiará Amnistía Internacional un mural para recordar a Los Húsares de Junín, cobardemente asesinados por Sendero, o a las víctimas del atentado en Tarata. ¿Qué pasa con los miles de oficiales de la policía y las FF.AA. víctimas de Sendero?
Cuando la guerra contra el terrorismo terminó, y el Perú se montó sobre una ola de crecimiento económico, la élite olvidó cómo se vivía en el Perú a fines de los 80 y principios de los 90. Y así decidieron, guiados por la reserva moral de este país de tibios, tomar una posición políticamente correcta. Y es que en este país donde el deporte nacional es hablar a media voz, ir con la corriente siempre ha sido más cómodo, no sea que vayamos a ofender a alguien.
Así permitimos que desde la izquierda, esa prima hermana de Sendero y del MRTA, se reescriba nuestra historia. Permitimos que se nos dijera que el Estado peruano ejecutó una política sistemática de violación de DD.HH.
Permitimos que la CVR promoviera una agenda política de izquierda y que una ideologizada CIDH nos obligara a construir un monumento, donde al lado del nombre de las víctimas del terrorismo colocamos el nombre de los terroristas. Un monumento que ofende la memoria nacional. Que ofende a cada una de las víctimas y de los sobrevivientes del terrorismo. Y es ahí, precisamente, al lado del Ojo que Llora que ahora tenemos el mural. Esos rostros que según diversas investigaciones habrían sido los responsables del atentado contra los Húsares de Junín unos, y el de Tarata los otros. Cierto es que nunca el Poder Judicial determinó vinculación alguna, porque NUNCA fueron investigados por el Poder Judicial. Pero ahí están las investigaciones, los testimonios y las declaraciones. Y ahí sus rostros en un memorial, reivindicándolos.En el Perú se implantó la dictadura de lo políticamente correcto. Y nuestra mediocre sociedad ocupada en mirarse el ombligo no se da cuenta de que, al permitir que se reescriba la historia del Perú, los grandes ganadores son las izquierdas y sus candidatos.
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