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Sobre la ola
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Finalmente, el gobierno oficializó la llegada al Perú de la tercera ola del COVID-19. Inevitable, si se tiene en cuenta la altísima capacidad de transmisión de la variante Ómicron, que ya viene golpeando a otros países del mundo.
De momento, lo que se sabe es que Ómicron multiplica sideralmente los contagios, pero su letalidad es menor que la de las otra cepas. Y los infectados no terminan necesariamente en una cama UCI. Ello, por la defensa que nos da el esquema de vacunación (tener las tres dosis completas o al menos dos), según estudios y resultados clínicos en el Perú y distintas regiones del planeta.
La ciudadanía debe tener en claro que la única manera de seguir resguardando la propia la vida y la de los nuestros es a través de las vacunas y, desde luego, respetando los protocolos de bioseguridad, en este caso concreto, las nuevas disposiciones del gobierno; la mayoría son razonables.
El segundo punto es ¿está preparado el país para esta tercera ola? Que no es, desde luego, causada por la nueva variante, sino por las conocidas, Delta mayormente, de cuya proliferación se habían estado teniendo noticias desde hace semanas. Otra vez, como ocurrió en la primera y segunda ola, la respuesta a la pregunta parece ser: no, no estamos preparados del todo.
Por lo pronto, es lamentable que el Minsa no haya ejecutado ni el 50% de su presupuesto de 2021, cuando tranquilamente hubo tiempo –mientras ya se avizoraba y hasta las propias autoridades sanitarias anunciaban la amenaza– como para mejorar y tener lista la infraestructura hospitalaria ante un nuevo ataque del patógeno, es decir, contratar más intensivistas, recuperar las camas UCI malogradas y comprar nuevas, asegurar las provisiones de oxígeno, acelerar y dotar de más recursos humanos a los centros vacunatorios, que hoy lucen colas interminables… y ni hablar de las que se forman para las pruebas de descarte.
Es realmente un crimen que el ministro Hernando Cevallos haya tenido que devolver dinero al Tesoro Público en circunstancias como las que vivimos. La improvisación parece seguir guiando cada paso que da este gobierno. Y, una vez más, serán los peruanos, esperamos que no con sus vidas, quienes tendrán que pagar el precio de esa incompetencia.
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