Pocas veces en los años que un ciudadano comparte con su república se hace tan necesario como ahora hablar a toda voz y decir las cosas como son. Con argumentos y con respeto. Sin lo primero, es imposible alejarse de la turba en la que se camuflan cobardes de todo tipo y, sin lo segundo, se olvida que una vez superado el impasse –que superaremos–, debemos todos mantener incólume la vocación de vivir juntos.