Sin lugar para medias voces. (Giancarlo Ávila/GEC)
Sin lugar para medias voces. (Giancarlo Ávila/GEC)

Pocas veces en los años que un ciudadano comparte con su república se hace tan necesario como ahora hablar a toda voz y decir las cosas como son. Con argumentos y con respeto. Sin lo primero, es imposible alejarse de la turba en la que se camuflan cobardes de todo tipo y, sin lo segundo, se olvida que una vez superado el impasse –que superaremos–, debemos todos mantener incólume la vocación de vivir juntos.

Vizcarra ha quebrado la Constitución groseramente para terminar de desarticular a uno de los congresos menos respetados de las últimas décadas. El fin, sin embargo, no justifica los medios: nadie más que el pueblo eligió a cada uno de esos congresistas. Nadie más que el pueblo es responsable por cada uno de ellos.

Consultar en la hora nona sobre la forma como se eligen los magistrados del TC y hacerlo con una confianza/bomba adjunta revela una maniobra infeliz: ¿si tanta duda tenía el señor Vizcarra sobre el proceso, por qué no lo incluyó en sus reformas?, ¿por qué esperó al último minuto para intentar sustraer una competencia legítima del Congreso?, ¿si él es el intérprete supremo de la voz del pueblo, por qué no pregunta quién quiere pagar impuestos?

La demanda competencial que Olaechea presentará es el camino adecuado para defender un fuero que no está perdido: la OEA ya reconoció la importancia del voto próximo del colegiado y cada acto jurídico y administrativo que suceda al momento de la disolución podría deshacerse. Lo que no se borrará son las acciones de quienes actuaron en contra de la Constitución, creyendo que esta es un arma del Estado contra los individuos, cuando es justamente lo contrario. ¡No al golpe de Estado!

PS: Infinitas gracias a Canal N por este tiempo al aire. Ha sido un honor inmenso. La decisión de dejar las pantallas ha sido personal. Y no, no voy a trabajar con ningún político ni me iré a otro canal. Tampoco soy caballero templario –aunque no lo crean–.

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