La presidenta Boluarte hizo gala de sus cuerdas vocales cantando “El gato ron ron”. Al menos, su canción no duró cinco horas como su mensaje a la nación, pero definitivamente revela que hay un grave problema de respeto y sentido común en el Gobierno.
Aunque hay quienes aseguran que el problema es la falta de una estrategia comunicacional en el Ejecutivo, más parece ser una ausencia absoluta de sentido común. Esta capacidad es la barrera que evita decir cualquier cosa apenas se tiene un micrófono al frente, algo de lo que carecen la presidenta y sus ministros.
Dina Boluarte es la presidenta del Perú, lo que significa que personifica a la nación, según la Constitución, y no es solo una funcionaria más. Sin embargo, sus discursos paternalistas, en los que se presenta como la “mamá” de todos los peruanos y a Acuña como el “papá”, así como sus cánticos y sus insultos a quienes la critican, demuestran que la presidenta no entiende o no es consciente de la importancia y majestuosidad del cargo que ocupa ni del respeto que este requiere.
Sin embargo, el respeto no solo se ha perdido en la Casa de Pizarro. Basta ver una sesión del Congreso para notar que hay parlamentarios que asisten en buzo en pleno hemiciclo, despeinados, limpiándose los dientes, sin terno y, a veces, hasta hablando groserías… Personalmente, considero que los congresistas, ministros y, sobre todo, la presidenta deben estar arreglados como si estuvieran en el matrimonio de un hijo. Representar al país no merece menos respeto que esa ceremonia. A pesar de que parezcan insignificantes, estas muestras de respeto básicas son los pilares sobre los que se construyen las repúblicas.
Cuando la población percibe que los cargos de representación pierden la majestuosidad, se pierde el respeto, no solo a los políticos, sino también al cargo, lo que genera que también se pierda la esperanza en el país. Porque, guste o no, los políticos emanan del pueblo y sus actos son el reflejo del estado de la sociedad.