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¡Silbatinas y abucheos los de antes!

“Recordemos que a diferencia de Hugo Chávez, Perón y otros militares populistas de izquierdas latinoamericanos, Velasco no tenía un átomo de carisma o simpatía”.

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Aldo Mariátegui
Aldo Mariátegui
Fecha Actualización

Los abucheos a Dina Boluarte no han alcanzado aún el récord de repudio público establecido por el dictador Velasco en Acho en octubre de 1971. Velasco era taurófilo y ya había asistido antes en 1969, ubicándose en el palco presidencial, construido por su predecesor Odría, que es un observatorio discreto que se ubica junto a la llamada Puerta de Toriles, por donde los toros salen al ruedo.

 En esa ocasión la recepción registró un empate entre aplausos y silbidos, según los memoriosos. Es que la dictadura velasquista tenía en aquellos momentos cierta aceptación por su demagogia populista, la impopularidad de la derrocada clase política, la toma de Talara, la reciente dación de la Reforma Agraria y los subsidios y controles de precios. 

Pero en lo que sí coinciden todas las fuentes fue que la silbatina a Velasco resultó descomunal en 1971, cuando al dictador se le ocurrió, mismo ahora la congresista Patricia Chirinos, acudir a un hábitat que ya en esos momentos le era abrumadoramente hostil. Esto debido a su radicalización hacia la izquierda, además de sus abusos. Recordemos que a diferencia de Hugo Chávez, Perón y otros militares populistas de izquierdas latinoamericanos, Velasco no tenía un átomo de carisma o simpatía.

 Era hosco, soez, receloso y con el ceño siempre fruncido. Sus ratoniles ojitos pequeños y rasgados transmitían agresividad, además de poseer un tono de voz mandón. Negado para toda oratoria, la primera vez que fue entrevistado tras su cuartelazo solo atinó a mascullar: “Sudaremos, sudaremos, sudaremos”. Encima, leía muy mal los farragosos discursos que el marxista exaprista Carlos Delgado Olivera le redactaba, los que interrumpía con interminables tosidos de fumador.

La rechifla se volvió sideral cuando un matador quiso brindarle un toro, tan así que un iracundo Velasco se tuvo que retirar antes de acabar la corrida. En los días siguientes la dictadura se puso a ajustar cuentas con quienes desde el público aparecían en las fotos abucheándolo. 

 

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