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¿Sequía o miopía?

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Fecha Actualización
El tema preferido de los detractores de la agricultura iqueña es la escasez de agua. “El consumo de agua para sus cultivos es insostenible”, anuncian apocalípticamente.
El problema es que, luego de los anuncios agoreros, no solo no aparece la sequía, sino todo lo contrario; los ríos se cargan de bote a bote –inclusive algunos se desbordan– y los agricultores brindamos por ello.
A los hechos me remito. Desde noviembre pasado hasta hace poco, nuestros ríos trajeron mucha agua… agua que se perdió en el mar. Ahora –acabada la temporada de lluvias– empieza el estiaje, y (acuérdense de mí) muchos se lamentarán por la escasez de agua. ¿Qué hicieron esos quejumbrosos para retener parte de las abundantes aguas de lluvias que tuvieron frente a sus narices? Nada.
Entonces –en vez de quejarse–, hay que actuar como corresponde. Desde las cabezadas de nuestras cuencas –tal como hicimos entre Ica, Huancavelica y Ayacucho en el período 2015 / 2018– hasta las desembocaduras de nuestros ríos, debemos llevar a cabo lo que se denomina la “siembra y cosecha de agua”.
Arriba –donde más llueve– debemos construir muchos reservorios… pequeños, medianos y grandes. También debemos reforestar todas las cabezadas. La tala indiscriminada de bosques nativos durante las últimas décadas ha dejado a nuestros cerros pelados, lo cual –ante cualquier lluvia, por más pequeña que sea– deviene en mortíferos huaicos que arrasan todo lo que encuentran en su camino.
Los acuíferos deben manejarse sosteniblemente. En ese sentido, deben rellenarse naturalmente; a través flujos de aguas superficiales (ríos, acequias, surcos, etc.) y artificialmente; a través de procesos de infiltración inducida, tal como se está haciendo en Ica, con resultados muy favorables.
A ese respecto, debemos deplorar el revestimiento (léase, impermeabilización) del cauce del río Ica, que está llevando a cabo –con mucha corrupción de por medio– el Gobierno Regional de Ica. En buena cuenta, el Estado está invirtiendo una millonada (más de S/200 millones) en revestir con concreto el cauce del río (atentando contra la infiltración del acuífero de Ica)… en vez de construir reservorios aguas arriba, para evitar las consabidas inundaciones de la ciudad de Ica… y tener agua en los estiajes.
Dicho esto, no podría concluir este artículo sin rogarle al Señor de Luren que cure la miopía de los detractores de nuestra agricultura empresarial, quienes ven sequías apocalípticas allí donde –gracias a Dios– hay agua en abundancia.
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