Las Fuerzas Armadas han realizado labores de limpieza en las zonas afectadas por huaicos y lluvias. (Foto: Ministerio de Defensa)
Las Fuerzas Armadas han realizado labores de limpieza en las zonas afectadas por huaicos y lluvias. (Foto: Ministerio de Defensa)

Durante la semana, el reconocido periodista Fernando Vivas publicó en El Comercio una nota en la que reflexiona sobre el rol que nuestras Fuerzas Armadas pueden cumplir en reemplazo de la vieja idea de la defensa del territorio, la soberanía y la paz. Vivas aprovecha el nuevo despliegue de nuestros uniformados para contener y mitigar los efectos que el clima ha vuelto a derramar sobre nuestro territorio. En este extremo, no podría estar más de acuerdo: en tiempos de emergencia, nuestras Fuerzas Armadas han demostrado ser nuestra primera línea de defensa y han cumplido con coraje y vocación las labores que se les han asignado.

El señor Vivas, sin embargo, considera que funciones de esta naturaleza deberían ser el centro del trabajo de las Fuerzas Armadas, y es allí en donde me permito plantear algunas discrepancias: es cierto que los años de dictadura le hicieron un tremendo daño institucional al uniforme, así como el servilismo de algunos con los intereses perversos del delincuente Vladimiro Montesinos; sin embargo, el trabajo que las Fuerzas Armadas han hecho –y hacen– desde hace varias décadas cubre un espectro muchísimo más amplio que el de algunas felonías. El asunto es que es un trabajo discreto, casi imperceptible, pero imprescindible a la vez.

Winston Churchill dijo en 1940 sobre los aviadores que entregaron sus vidas en los cielos de Dunquerque que pocas veces en la historia tantos le han debido tanto a tan pocos. A mí no me temblaría la voz, conociendo muy bien el trabajo de nuestras Fuerzas Armadas, en decir algo semejante: con miles de miles de uniformados muertos luchando una guerra enferma desatada contra la propia República por esa piara que es Sendero Luminoso.

Entregando sus vidas con demasiada frecuencia para que las nuestras continúen en calma. El Ejército sigue siendo en muchos rincones de nuestro territorio esa columna vertebral de la que habló Basadre.Ahora bien: el Perú no es ni será Costa Rica. La comparación es dura desde que cada cierto tiempo vemos ataúdes cubiertos con nuestra bandera llegar al Grupo Aéreo número 8. El Perú de nuestros días no enfrenta un escenario hipotético de guerra. Nuestro país está librando una guerra mientras yo escribo estas líneas y ustedes las leen. Y en condiciones durísimas, nuestros militares han pacificado el Huallaga y han logrado contener al enemigo en una zona cada vez más reducida del Vraem. Fuera de eso, nuestros vecinos gastan en Defensa muchísimo más que nosotros. Y nosotros tenemos todos los recursos naturales que nuestros vecinos quieren.

La labor de apoyo en emergencias no es excluyente con la labor central de nuestras Fuerzas Armas: defender con firmeza y dignidad nuestra soberanía y nuestra libertad. Quizás uno de los retos más grandes hacia el futuro sea recordarle a cada peruano que estos hombres y mujeres no son más que el pueblo uniformado. Y lo lograremos. Con respeto y tolerancia: viva nuestro uniforme por siempre.

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