El primer ministro Salvador del Solar estuvo presente durante el debate del voto de confianza. (Foto: Anthony Niño De Guzmán / GEC)
El primer ministro Salvador del Solar estuvo presente durante el debate del voto de confianza. (Foto: Anthony Niño De Guzmán / GEC)

La presentación del gabinete, con su premier a la cabeza, para pedir el voto de confianza ante el pleno del Congreso de la República es una tradición que suele simbolizar el dinamismo y la salud del juego democrático en el país. Sucede, sin embargo, que para la gran mayoría de peruanos estas maratónicas sesiones no son más que un plomazo.

Es cierto que tan enjundiosos discursos, como los consabidos “vivas” y “mueras” del público asistente, poco cambiarán las votaciones, decididas –ordenadas o pactadas– días antes, pero la importancia de eventos como el de ayer radica en que permiten conocer mejor las intenciones del gobierno y medir sus posibilidades de concretar las metas propuestas: bajo la aplanadora del concepto todo puede ser prensado, lo difícil, en cambio, es vencer la resistencia que la realidad seguramente presentará.

El presidente del Consejo de Ministros ha hablado de integridad como el enfoque sobre el cual basará sus políticas de Estado, que tendrá como ejes la lucha contra la corrupción, el fortalecimiento de la institucionalidad, el crecimiento económico, el desarrollo social y el bienestar de la población, así como el impulso de la descentralización. La inseguridad ciudadana y la reforma política también hicieron acto de presencia en su declaración de intenciones.

Nada digamos muy original ni tan gaseoso, como suele ser en este tipo de alocuciones. Se sintió, no obstante, una escasa sintonía con las urgencias del presente. Si bien el elefante en la habitación –Las Bambas– quedó al descubierto en no pocos tramos del debate, lo que llamó a extrañeza, entre tanto futuro posible y problemas estructurales, fue cierta falta de medidas concretas para que el país dé el salto al siguiente casillero de su camino al tan mentado desarrollo, al casillero de mañana y al de la próxima semana, pues así está la población de expectante, así de impaciente y ansiosa, ante la parálisis de la economía.

Salvador de Solar no debe de ignorar la fuerza gravitatoria que tienen las demandas del día a día en el país: por lo mismo, tendrá que marcar con mayor claridad y énfasis el rumbo inmediato que nos llevará a ese Perú del futuro, del que es tan difícil discrepar como fácil de soñar.

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