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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana americana¿Sabe usted que días atrás reprimieron a campesinos que protestaban frente a la sede del proyecto minero Conga, en Cajamarca? ¿Por qué la lucha de un estudiante venezolano atrae más la atención pública y la solidaridad peruana –Asia Beach included– que la de un campesino cajamarquino?

En el Perú –como en América Latina– priman las convicciones ideológicas sobre las democráticas. El estudiante venezolano combate un régimen autoritario, pero también un intervencionismo económico que colapsó. El campesino cajamarquino reivindica su derecho ciudadano a ser consultado, pero también se opone al extractivismo de derecha. Al final, los defensores de ambas partes disfrazan de principios democráticos sus preferencias programáticas. Por eso la coherencia democrática ha sido avasallada por la ideológica.

Existe una disputa doctrinaria en el continente entre el socialismo del siglo XXI y la derecha neoliberal. Es tan fuerte esta polarización que ha llevado a romper el consenso democrático que creíamos intocable. Así, políticos y líderes de opinión, de ambos extremos del espectro, han sido cómplices de la subordinación de los fundamentos democráticos a las causas e intereses ideológicos. Los que hoy juzgan los pronunciamientos (y la ausencia de los mismos) sobre el régimen de Maduro, relativizarían sus posiciones si se tratase de un líder abusivo del otro extremo político. No nos engañemos, la democracia ha perdido relevancia para la mayoría de las elites latinoamericanas.