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Roberto Lerner: Pequeños grandes legados
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¿Qué va uno a dejar? Lo que consigna el testamento, un balance patrimonial. Desempeños profesionales, causas comunitarias. Marcamos, sin pertenecer a la categoría de los gigantes, a personas y grupos. Felizmente, hay tecnologías que registran nuestras vidas para los más cercanos: podrán volvernos a ver sin necesidad de parapsicología. ¿Qué pasa con esos secretos que quisiéramos que permanezcan en la mente de algunos, que uno desea transmitir como en una iniciación solemne, esas piezas de sabiduría que tratamos de pasar como una antorcha a los que nos siguen? ¿Serán una enseñanza filosófica, la solución de un enigma, el significado del amor, la definición de una vocación? El otro día vi un video sobre los últimos días de un anciano y las actividades que logra llevar a cabo con su nieto de 12 años. El chico le comenta que tuvo una clase de educación sexual, en otro momento habla de su creciente vínculo con una compañera de clase. Luego, hacen un paseo, enormemente difícil, dado el estado del abuelo, en el cual le da instrucciones sobre dónde recoger cantarelas (un tipo de seta) y cómo seleccionarlas. De vuelta en casa, le da instrucciones sobre los ingredientes para cocinarlas y le dice, mientras el niño las sofríe: "Uno sabe que están listas cuando te comienzan a hablar". La sonrisa del nieto responde al sonido que parte de la sartén. Un canapé de cantarelas termina la tarde, que es una despedida. Meses después del entierro del abuelo, el jovencito camina con su amiga por el bosque y le habla sobre los sándwiches de cantarelas arrebozadas. Con mucha seriedad le dice: "Uno sabe que están listas cuando te comienzan a hablar". Ese tipo de secreto es el que uno quiere dejar.
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