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Roberto Lerner: Bolas de fuego
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Una púber se pelea con una algo mayor. Se identifica: "soy fulana". Sigue, luego, un discurso cargado de rabia y palabras muy subidas de tono que agreden y descalifican, referidas a una dinámica de competencia y exclusión. La edad que diferencia no es 10 o 15 sino 05 y 00. Promociones, generaciones más que lapso de vida.
El problema es que el monólogo fue registrado. Fue, además, colgado en las redes sociales. Y ahora las recorre con furia. Se ha constituido en una referencia que miles de usuarios reconocen. Material sobre el que cientos de personas virtuales trabajan para expresarse, burlarse, crear. Un mix que intercala partes del vómito verbal con el fondo tomado de Yo soy y otros realities, en lo que es un nuevo realitie interactivo, cadáver exquisito que se hace al vuelo. O un rap compuesto por alguien de 20, perdón, 95, que se refiere a los chibolos dispuestos a hacer cualquier cosa por un like y recuerda nostálgico cuando ellas jugaban con Barbies y ellos tenían a Picachú.
¿Son las redes sociales lugares que interconectan, potencian la conciencia colectiva, mejoran la capacidad de compartir, consolidan vínculos que trascienden tiempo y espacio? Indudablemente lo son. Pero también constituyen espacios experimentales en los que se juegan poderosas motivaciones humanas. Agresividad, envidia, humor agresivo, burla de lo ridículo.
Y, mucho, la tendencia a descargar nuestras mochilas, lanzarlas con todo, sabiendo que van a llegar lejos, sobre todo mucho más allá de nuestras intenciones, a vastas audiencias que no conocen el contexto, ni el dolor inacabable que sufren los protagonistas iniciales y, ahora, irrelevantes.
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