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Roberto Lerner: 45 y 15
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Suena a una canción de José José, creo. Y algo de ella tiene. Pero nada que ver con relaciones de pareja. Pienso en esos viajes en la población más acomodada, que sirven de celebración quinceañera. Amigas cercanas se disponen a visitar alguna ciudad del mundo globalizado. Acompañadas por sus madres, que, por lo general, ingresan en la segunda mitad de sus vidas. Una ilusión intergeneracional cuya concreción se prepara durante meses.
Hoy es posible celebrar vigorosamente el hito de los 15 juntamente con el de los 45. Mujeres que afirman su femineidad con cuerpos abiertos a la vida; mujeres que reiteran su vigencia con los suyos, con la visible ayuda de dietas y ejercicios, o la discreta visita a un quirófano. De hecho, es una celebración de la vida.
Pero, a veces, cuando he seguido en el relato de pacientes de 45 o 15 que se encuentran en ese trance, percibo ambivalencia, agresividad y una competencia que no estoy seguro de que sea sana. Se ocultan detrás de los preparativos, la investigación de destinos y actividades, las negociaciones para tomar decisiones. Pero ahí están.
Mujeres en distintos momentos de la vida, lidiando con sus cuerpos; unas con balances y las otras con planes; unas con pasados definitivos y futuros condicionales, y las otras con pasados remediables y futuros incuestionables. El problema es que balances, planes, pasados y futuros están amarrados, muchas veces de maneras complejas, a veces perversas. Mi vigencia se mantiene a pesar de tu irrupción en la vida. Tu juventud, expresión de mi envejecimiento, no cancela la mía. A pesar del pasado que me diste como mamá, yo voy a ser quien yo quiera ser, preferentemente distinta a ti, como mujer y madre.
No es sencillo y puede ser doloroso.
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