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Rigor bajo sospecha
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La inercia municipal y el recurrente facilismo con el que algunas comunas vienen cerrando negocios, en lugar de aplicar medidas menos gravosas, está afectando tremendamente las inversiones y los empleos. Puede que se trate de incompetencia o simple ánimo burocrático, pero las consecuencias de este celo son altamente preocupantes.
Como recuerda Carlos Neuhaus, presidente de la Asociación de Centros Comerciales y de Entretenimiento del Perú (ACCEP), solo en centros comerciales –que en algunos municipios han sufrido del acoso edil y hasta el cierre de los locales– existen cerca de 200,000 trabajadores contratados por tiendas y otras áreas. Y esos puestos de trabajo entran en riesgo cada vez que algún funcionario decide que la mejor alternativa a una observación administrativa es el cierre del negocio.
“No estoy en desacuerdo –dice Neuhaus– con que se hagan todas las visitas, pero (deberían) ponerse en orden porque, por ejemplo, en la mañana viene una persona de Indeci y en la tarde una de la municipalidad y después viene Fiscalización…”.
Sería exagerado sugerir que detrás de esas acciones –clausuras temporales por ‘quítame estas pajas’, multas exorbitantes que se traducen en reducciones de personal– se parapetan actitudes extorsivas de autoridades ediles. Sin embargo, la coyuntura demandaría una actitud completamente opuesta. La difícil situación que atraviesan los emprendimientos y las empresas que recién se están recuperando de los efectos de la pandemia y del mal gobierno de Pedro Castillo que ahuyentaba las inversiones y el gasto, debería ser motivo suficiente para pensarlo dos veces cada vez que esta medida se pone a tiro de cualquier burócrata o funcionario corrupto.
Los alcaldes, por su parte, deberían reflexionar y dar las directivas necesarias para promover los negocios en sus distritos y evitar cierres precipitados, que implican mayor desempleo del que actualmente afronta el país. Salvo, claro está, que las faltas sean muy graves o quizás insubsanables. No es nada difícil adivinar, por otra parte, hacia donde girará mayormente esa mano de obra que súbita y absurdamente se queda en la calle.
El exceso de celo es a menudo incompatible con el desarrollo y el bienestar de la ciudadanía. Confiemos en que los alcaldes sepan distinguir.
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