Definitivamente la Navidad es una época de encuentro familiar e inclusive de reconciliación, lo dice la fe cristiana –que profeso–; por eso recurro a esta fecha de reflexión para compartir mi visión sobre nuestro país, según la cual me atrevo a inferir que en el Perú somos una gran familia.

Y como toda familia, siempre va a haber diferencias –a veces irreconciliables–, pero finalmente somos una familia, lo que nos obliga a abordar los problemas de la vida en colectivo y tratando de pensar en el bienestar general, como premisa.

Quisiera introducir otro factor inherente a gran parte del Perú. Me refiero a la cosmovisión andina que como muchos connacionales la tenemos impregnada en nuestro quehacer diario y, sobre todo, es parte de nuestra interpretación de la vida. En el mundo andino el concepto de familia es un poco mayor, porque entra a tallar el concepto del “ayllu”, el espacio social donde vivimos y nos desenvolvemos.

Y justamente es en este ayllu donde la visión es compartida, hasta cierto punto socialista porque tiene otra interpretación del concepto del interés individual, prevaleciendo el interés comunal que debe estar al servicio del ayllu.

Quisiera en este punto, estimado lector, que no se haga prejuicios con estas afirmaciones, solo trato de apelar a dos factores inherentes en nuestra sociedad peruana, ahora que estamos viviendo momentos duros, con enfrentamientos entre peruanos y una polarización que nos hace mucho daño.

La intención es apoyarnos. Por un lado, en la Navidad como elemento integrador y, por el otro, en la esencia de nuestro génesis como sociedad, que son las visiones que tenían nuestros antepasados de priorizar los intereses del ayllu por encima de cualquier interés particular.

Dicho esto, espero que estos días nos permitan entender que el mejor camino para salir de la crisis política y social que vivimos es el diálogo, la empatía y sobre todo la tolerancia, que nos permitan lograr la paz social que ahora en Navidad añoramos y que, estoy seguro, millones de peruanos deseamos.