(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)

Cuando nos habíamos acostumbrado a asistir a las reuniones bien vestidos y a la moda imperante, de repente, por no tener bien segura la correa que ajustaba nuestro pantalón, este se nos cae dejando ver la sucia y ajada ropa interior. Algo parecido está sucediendo en la lucha contra la pandemia en nuestro país. Tratábamos de esconder nuestras vergüenzas y ropa sucia –desigualdad social, fragilidad del Estado, poca solidaridad, etc.– que no se pueden resolver, como creíamos, solo con los billetes que teníamos en el bolsillo.

No seamos pesimistas, pero esta “guerra prolongada” contra el COVID-19 continuará más tiempo de lo que se pensaba. Los reajustados números de contagiados y fallecidos siguen aumentando en las regiones a ritmos peligrosos. Después de tiempo nos damos cuenta de que hemos empleado una estrategia incompleta, cuarentena para todos (evitar el masivo contagio) y también ganar tiempo (comprar insumos y preparar a los hospitales).

Ahora, hemos escuchado decir al presidente del Colegio Médico, Miguel Palacios, que cerca del 80% de los infectados pueden ser curados sin ir penosamente a buscar una UCI en los hospitales si son ubicados y tratados rápidamente y aislados en sus hogares.

Pero para conseguir esto se requiere dos cosas. 1°) Que se refuerce la atención primaria en las postas de salud, para atender a los sospechosos de estar infectados y atenderlos, recluidos y aislados en sus casas, instruyendo a sus familiares. 2°) Impulsar la formación de “comités de vecinos” que informen rápidamente a la posta más cercana dónde se encuentran y habitan. La rapidez será una regla de oro en esta estrategia.

Es que en una guerra prolongada no solo combaten los soldados (médicos, enfermeras, etc.), sino todo el pueblo.

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