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Repensar nuestras conductas y valores
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Por María Isabel León, presidenta de Confiep
La pandemia mundial de COVID 19 dejará en su camino no solo un gran número de lamentables muertes alrededor del mundo sino, además, un sendero profundo de depresión en todo el territorio nacional que conllevará una secuela de devastación económica sin precedentes. ¿Qué tenemos en el panorama hacia fines de 2020? Sin duda, una caída de nuestro producto bruto interno en más de 14% y quizá 20%, el debilitamiento de nuestra sólida macroeconomía y nuestras finanzas públicas, la pérdida de millones de empleos, la dramática reducción de los ingresos de miles de familias y el regreso a la pobreza con el cierre de miles de empresas de todos los tamaños, y una evidente reducción en las cadenas de consumo e inversión.
¿Qué hacer frente a esta situación tan grave? La generación de fuentes de trabajo digno, la decidida inversión pública y privada, la libertad de emprendimiento e iniciativa empresarial, serán –entre otros– cruciales para la recuperación del país. ¿Cuál debe ser la orientación económica en este último tramo hacia el bicentenario y el recambio presidencial de 2021? Una decidida ola de inversiones en grandes proyectos que permitan la activación de micro y pequeñas empresas proveedoras de bienes y servicios complementarios, el destrabe de proyectos que se quedaron en el tintero de los burócratas y una nueva estrategia de diálogo social en que el Estado asuma su papel clave promotor de la inversión y del desarrollo; y que se entienda que para combatir la pobreza se debe generar riqueza, anteponiendo siempre el cuidado de la salud de todos.
El crecimiento de la economía no ha sido acompañado de un Estado eficiente, buen administrador y ejecutor de los recursos recaudados desde el sector privado. En lugar de buscar culpables, debemos buscar soluciones que nos permitan ayudar al que se quedó sin trabajo, al que tuvo que cerrar su empresa y despedir con gran dolor a sus trabajadores, a quienes enferman y no tienen cómo afrontar la recuperación de su salud. Requerimos un Estado que destierre la corrupción, pero no de manera abstracta sino entendiendo que la esencia humana es la que fortalece las democracias. Debemos repensar en nuestra conducta, en nuestros valores y en la nueva forma como deberemos sanar los senderos heridos del Perú.
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