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Recule bajo presión
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La abortada maniobra de la Comisión de Constitución del Congreso, que encabeza el exhumalista y hoy conspicuo representante de Alianza para el Progreso, Omar Chehade, para cambiar las reglas del juego electoral, parece haber dado el pistoletazo de salida a una turbulenta competencia política que culminará en abril del próximo año. Y sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que, ya desde este temprano arranque, se intenta comenzar también con los golpes bajos.
¿Qué otra cosa fue, si no, ese mamarracho de predictamen que, en principio, iba a dejar fuera de la contienda a políticos que, oh casualidad, lideran hoy las intenciones de voto? Al Frankenstein del congresista Chehade se le notaban demasiado las costuras, por más leguleyadas que pretendió argüir para disfrazar, vanamente, una jugarreta que facilitaría la postulación presidencial de su líder, César Acuña.
Es decir, no contentos con haber quedado por las patas de los caballos con el tema de la inmunidad parlamentaria y haber piloteado una componenda para tumbarse a la Sunedu, a la que ven como una amenaza para el próspero negocio de las universidades e institutos superiores de ínfima calidad, como quedó al descubierto en el cierre de la última legislatura, en la cúpula de APP parecían decididos a embarcarse en otra marimoña seudoconstitucional en beneficio directo de la familia Acuña, que, aparte de su máximo dirigente, es asimismo el principal sostén de las finanzas partidarias.
Sin embargo, el señor Chehade y sus adláteres en el hemiciclo deben haber entendido que el Congreso de la República no es una institución que se captura para legislar exclusivamente en favor de determinada familia (librando de obstáculos legales a sus empresas o limpiando la carrera política de sus miembros). Porque la propuesta inicial de que solo podrían ser precandidatos a las internas de cada partido las personas con al menos seis meses de afiliación –George Forsyth y Salvador del Solar, por ejemplo, quienes de momento no pertenecen a ninguna tienda política, quedaban en offside– recibió un rechazo tan generalizado que los obligó a recular a las pocas horas.
Es hora ya de que, en el Perú, las leyes con nombre y apellido desaparezcan de una vez y para siempre.
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