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"Los realitys impiden que hagamos ficción"

“En esta sala hacemos lo que nos sale del corazón, lo que nos gusta”, nos dice Cécica Bernasconi, gestora del Teatro de Lucía, bello espacio donde hoy se presenta De repente, el verano pasado, del gran Tennessee Williams.

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Cécica Bernasconi,ActrizAutor: Gonzalo Pajares.gpajares@peru21.com

De repente, el verano pasado es una magnífica obra de teatro escrita por Tennessee Williams, que llega al Teatro de Lucía (Bellavista 512, Miraflores) de la mano de Alberto Ísola. Es protagonizada por Lucía Irurita y Cécica Bernasconi, madre e hija en la vida real. Conversamos con Cécica sobre su vida y su relación con el teatro.

En la obra trabajas con Lucía Irurita, tu mamá. Es la primera vez que compartes escenario con ella…El solo hecho de ver a Lucía Irurita en escena hace que merezca un gran aplauso. Esta obra tiene varias primeras veces: es la primera vez que actúo con mi mamá, es la primera vez que me dirige Alberto Ísola, se cumple un año de la inauguración del Teatro de Lucía. Por eso, ver a mi madre en el escenario me conmueve, me emociona y hace que me sienta más orgulloso de ella.

Además, has redescubierto sus cualidades como actriz…La conozco demasiado. Ella tiene otro manejo del texto, más sabiduría. De ella reconozco en mí la fuerza, la intuición; pero somos distintas, en principio, por nuestra formación…

Estudiaste en México…Pero empecé de chibola en Lima, en el Club de Teatro de Lima, de Reynaldo D'Amore. Estuve dos años allí. Luego me fui a México, donde estuve becada en Televisa, pero eso no me gusta contarlo (risas).

¿Querías ser una estrella de Televisa?Cuando llegué tenía solo 14 años. Mi mamá trabajaba allá y, a punto de regresar a Lima, una amiga le dijo que me llevase a un casting a Televisa. Fui y me becaron. Me quedé diez años en México. No busque esto, pero me cambió la vida.

¿No quisiste quedarte?Televisa es muy difícil, los mejores directores de teatro daban clases allí, pero mis intereses como actriz y como persona iban por otro lado. Además, me costaba mucho conseguir trabajo, es un mercado muy difícil.

¿Qué sentiste cuando regresaste a Lima?Uf, no sabes, las lágrimas me caían a mares. ¡Por fin estoy en mi tierra!, ¡por fin estoy con mi gente! Y a los dos años lloraba por irme (risas).

¿No te ayudaba ser hija de Lucía Irurita y haber estudiado en Televisa?No creas, durante el primer año me la pasé haciendo casting para comerciales. Ese año hice alrededor de 20 y, con lo ganado, con mi mamá y Sandra, mi hermana, creamos una productora teatral.

Tu familia tiene una vocación por la promoción cultural: abrir el Teatro de Lucía es una muestra de ello…Así es, pero como actores también hay una necesidad de no quedarnos sentados esperando que nos llamen. Además, así hacemos las obras que nos gustan. No es una tarea fácil, hay que buscar auspicios. Por ejemplo, esta sala no funcionaría sin el apoyo de la Fundación del BBVA.

¿Cómo ha sido el primer año para el Teatro de Lucía?Un año de locos… y de mucho trabajo. No paramos nunca, pasamos de un cansancio a otro (ríe). Tres personas nos encargamos de la producción, de los auspicios, de las obras, de pagar la luz y de sacar la basura (ríe).

¿Les pesa esto?No, pero siempre he dicho que mi vida no es el teatro, no es la actuación. No quiero que mi vida sea solo esto, también quiero pintar y seguir descubriendo todo aquello que me gusta. He sido tantas cosas en mi vida: hostess, modelo, vendedora, pintora… Aunque no lo creas, tengo bastante calle y los pies en la tierra. Por eso, cuando consigo algo lo valoro mucho, porque también sé qué es el rechazo.

¿Te gusta la televisión?Me encanta, soy feliz cuando la hago. Obviamente, más difícil es el teatro, porque allí se hace un análisis más profundo del ser humano, porque cuesta mucho poner en escena una obra, porque estás frente al público todas las noches y ninguna función es igual. En cambio, en la TV se puede repetir una escena 20 veces, hasta que te ligue. Además, hoy cualquiera puede hacer televisión (ríe).

Ahora abundan los realitys…¡Qué lástima!, porque esos programas nos quitan la posibilidad de hacer ficción.

De repente, el verano pasado es una gran obra de Tennessee Williams…La leí cuando estudiaba con D'Amore, me impresionó y me dije "algún día la haré". En el 99 me encontré con Ísola, le propuse montarla y, muy educadamente, me dijo "no". Hasta que hace año y medio lo convencí. Solo me puso una condición: que mi madre hiciese el papel de la madre del protagonista, un poeta homosexual. Es una obra inmensa, vigente. Trata sobre la verdad, de lo difícil que es decirla, de lo que es capaz de hacer la gente por callarla; de la homosexualidad, de los prejuicios…

Grandes temas en Tennessee Williams…Así es, y es autobiográfica. Williams tiene el mérito de haber escrito grandes personajes femeninos. La obra ha conectado con la gente; es difícil, minimalista, pero nos aplauden de pie.

AUTOFICHA

- Sandra, mi hermana, es mi cómplice. Nos adoramos, pero también nos peleamos muchísimo. De chicas nos dábamos hasta puñetazos (ríe). Somos soñadoras.

- Estoy casada hace 12 años. No tengo hijos. Siempre digo "el año que viene", pero un día de estos, ya en el límite, me voy a atrever (ríe).

- Si tengo un hijo, lo menos que quisiera es que fuese actor, es un oficio muy difícil… al menos en el Perú y en México (ríe). Ser artista conlleva una lucha constante.