Jorge Barata
Jorge Barata

Jorge Barata confirmó lo que ya había dicho en sus declaraciones previas: aportes a las campañas presidenciales de Alan García, Ollanta Humala, Keiko Fujimori, PPK y Alejandro Toledo, así como a la campaña municipal de Lourdes Flores y en contra de la revocatoria de Susana Villarán.

Aunque esta información no es nueva, pues ya se había hecho pública meses atrás, no deja de sumar caudal a un río que está arrasando con todo a su paso. Si es que el equipo de la Fiscalía mantiene su tesis de que esos aportes no declarados son suficientes para hablar de un lavado de activos, después de estos días “ni Winterfell va a tener tantos caídos” (José Alejando Godoy dixit). Pero el camino a una sentencia condenatoria bajo esa tesis fiscal no solo es largo, sino bastante difícil. Hay mucho pan por rebanar.

Recuerden que en esos tiempos en Perú no era delito ocultar fondos de campaña, así que por eso la Fiscalía ha seguido la tesis del lavado de activos. Para este tipo de delito, la Fiscalía necesitaría demostrar que el dinero aportado provenía de fuente ilícita, que Barata lo sabía y que todos los receptores también. ¿Fue ese el caso? Por supuesto, todo esto cambia si se demuestra que los aportes fueron, en realidad, una coima disfrazada. Con eso se terminaría el debate legal.

Cualquiera sea el desenlace final, resulta evidente que el mundo político local, como lo conocimos hasta ahora, ha cambiado para siempre. Entre tanta desgracia, algo bueno puede llegar. Muchas lecciones para todos, sobre todo para quienes apostamos por alguna de las figuras comprometidas y participamos en sus campañas. Pero como escribe Julio César Mateus, en un contexto como este, “los jóvenes deben firmar el recambio sobre el féretro de la corrupción y el mesianismo”. No queda otra. “