Los detectives peruanos han sido protagonistas de grandes gestas en la lucha contra el crimen, pero también hemos tenido momentos complejos y dolorosos, ya que desde los inicios se registra un hecho dramático, sucedido en 1957, cuando los detectives en formación, cadetes, compartían escuela con la antigua Guardia Civil y Policía en su local de la avenida México, en La Victoria.
Cuenta la historia que dos jóvenes cadetes, el brigadier general, hoy teniente general (r) Teófilo Aliaga Salazar y el cadete Castillo Rivadeneira, hoy general (r), cansados de los abusos del oficial de apellido Camargo (GC), decidieron liderar el éxodo de los cadetes, llevándose a pie firme a todo su contingente hacia el nuevo local en la avenida Aramburú 550, Surquillo, que estaba en construcción. Recuerdan los oficiales que, al momento de salir, los cadetes de la otra institución gritaban a voz en cuello: “Se van los brujos, se van los brujos”. Luego, ambos terminaron en el calabozo, pero se dio un paso histórico en la independización de la PIP.
Fue dolorosa, años más tarde, en 1988, la unificación de las tres fuerzas policiales, PIP, GC y GR, en el Gobierno del expresidente Alan García. Todos sufrimos la unificación, pero no han sido fáciles los últimos treinta años para sostener la especialidad. Lo asumimos con responsabilidad, sobreviviendo y tratando de formar y promover nuevas generaciones de detectives. Luego, vino el zarpazo de los fiscales con su nuevo Código Procesal Penal. La voracidad de este grupo de abogados, quienes de un día a otro, en el papel, se convirtieron en “pesquisas” y “detectives”, no sin antes “asesinar” el atestado policial, el instrumento estratégico y muchas veces de antología que formulaban los detectives para presentarle al juez y lograr condenas justas. Un desastre.
Hoy, vemos la lucha del congresista Fernando Rospigliosi, quien ha presentado el proyecto de ley para modificar artículos del Código Procesal Penal, y creemos que hay luz al final del túnel y la investigación podrá volver a su cauce natural, que es la Policía Nacional. Esto no es para reivindicar la investigación ni a la antigua PIP, sino para darles la oportunidad a los ciudadanos, a las víctimas, de tener justicia, y no como lo hacen los eventuales e inconscientes “aliados” del crimen, los fiscales, quienes sueltan delincuentes a su antojo.
Falta un último tramo para devolverle al país un cuerpo de investigación de excelencia, del mismo nivel que otras policías de investigaciones del mundo. Este será cuando se apruebe, también, el proyecto de ley del congresista Alfredo Azurín Loayza, quien ha planteado la creación dentro de la PNP de dos grandes especialidades: la Guardia Nacional y la Policía de Investigación Criminal. Que así sea por el bien del país. Seguimos bregando con honor y lealtad. Sí se puede.
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