De pronto eres millonario
De pronto eres millonario

Vamos a suponer que tu madre te deja como herencia un millón de dólares. Nunca habías imaginado tener tanto dinero. Eres millonario. Se te presenta entonces un problema que no habías tenido: ¿qué hago con el millón?
Una opción egoísta y perezosa es depositar el millón en el banco más seguro, en cuatro cuentas distintas, porque el seguro federal cubre cada cuenta por doscientos cincuenta mil dólares. El banco te pagará virtualmente cero por intereses. No ganarás nada. Pero tampoco perderás nada. Aun si el banco quiebra, el Gobierno protegerá tu dinero. Bien. El dinero está seguro. El efectivo es rey.

Luego decides gastar cincuenta mil dólares anuales, es decir cuatro mil mensuales. Es un presupuesto razonable. Tienes que ceñirte a él. Si eres riguroso en constreñirte a ese presupuesto, el millón te alcanzará para vivir los próximos veinte años. Surgen, sin embargo, varios problemas. En veinte años habrás dilapidado todo tu capital. Tu familia no recibirá nada. Tus hijos sentirán que fuiste egoísta e irresponsable y no les dejaste tu riqueza. Tu pareja sentirá que no te importó proteger su futuro. Quedarás como un botarate, un dispendioso. Quieres vivir bien los próximos veinte años, pero no quemar tan alegremente el millón que te ha caído del cielo. Tiene que ser posible que el millón te deje unas rentas que te permitan vivir bien, sin recortar el capital.

Se presenta entonces otro problema: ¿cómo obtener unas rentas anuales, sin tocar el millón? ¿Cómo conseguir que deje ganancias, sin exponerlo a riesgos que puedan socavarlo o volatilizarlo?

Entonces vas a los mejores bancos y preguntas si pueden recibir tu dinero, no exponerlo a ningún riesgo y darte un porcentaje fijo, seguro, de ganancias anuales. Los bancos más prestigiosos te dicen: para abrir una cuenta con nosotros, debes tener diez millones de dólares. Te sientes un pobretón. Los demás te dicen: para manejar tu dinero, te vamos a cobrar el uno por ciento al año, es decir diez mil dólares; no podemos ofrecerte un escenario en el cual tu millón esté exento de riesgos; no podemos comprometernos a darte un porcentaje fijo anual; podemos comprar acciones o bonos con tu dinero, pero debes comprender que las acciones y los bonos pueden subir como pueden bajar; y si quieres que recibamos tu millón, no lo expongamos a riesgos y te demos un porcentaje de renta anual, no podemos aceptar tu dinero, pues no trabajamos así. En ese momento decides que no quieres comprar acciones ni bonos.

Alguien te dice entonces que lo más seguro, si quieres preservar tu capital y obtener una ganancia moderada, es comprar un apartamento y alquilarlo. Te dedicas a investigar cuánto podrías ganar en ese caso. Si compras un apartamento con un millón de dólares, podrías alquilarlo, con suerte, en cinco mil dólares mensuales. Pero esos cinco mil no quedarían como ganancia neta. Con ese dinero tendrías que pagar el impuesto predial y el pago al condominio. Ambas cuentas sumarán unos tres mil dólares mensuales. Es decir que la operación te dejaría unos dos mil dólares mensuales. No es desdeñable. El dinero en ladrillos está seguro. Si tienes suerte, en diez años tu apartamento podría costar un millón doscientos mil, o un millón trescientos mil dólares. Habrías ganado veinte mil dólares anuales, por concepto de apreciación de la propiedad. Pero no debes darlo por seguro. Quizás sube, quizás se mantiene, quizás baja. Además, los meses que no alquiles el apartamento no generará ingresos, pero te obligará a pagar unas cuentas inescapables.

Llegas entonces a la conclusión de que comprar un apartamento y alquilarlo es un problema engorroso que dejaría una ganancia muy pequeña.
Sigues, de momento, con tu millón en el banco, a buen seguro, pero ganando cero.

Alguien te aconseja invertir tu dinero en un negocio. Tienes un amigo cocinero. Es un chef talentoso. Te convence de abrir un restaurante. Hacen números. Deben alquilar un local, porque comprarlo es demasiado caro, cuesta un millón de dólares, y no puedes gastarte toda tu plata en comprar el local, porque te quedarías sin liquidez. Bien. Alquilar el local cuesta doscientos mil dólares a la firma, por traspaso del negocio, y seis mil dólares mensuales. Equipar el local, amoblarlo, decorarlo, costará unos doscientos mil más. De modo que ya el primer año habrás invertido la mitad de tu millón en solo abrir el negocio. Más vale que funcione. Porque los gastos mensuales, sumando la planilla de empleados y los insumos, serán de unos cuarenta mil al mes, es decir que el otro medio millón de tu capital estará invertido en pagar sueldos y comprar comidas y bebidas. En números redondos, abrir el restaurante demandará una inversión de un millón de dólares el primer año. Suena abrumador. Pero tu amigo te asegura que el restaurante, si bien gastará cuarenta mil dólares al mes, venderá sesenta mil al mes. Te promete que pueden ganar veinte mil dólares mensuales, antes de impuestos. Es una cantidad muy estimable. Luego lees las estadísticas y te enteras de que solo uno de cada diez restaurantes tiene éxito. Debes ser realista, lo más probable es que fracases, y cierres en un año o dos. Perderías casi todo tu dinero. Y quedarías como un perdedor, un fracasado, ante tu familia y tus amigos. ¿Qué haces? ¿Te arriesgas? Tu mujer te ruega que no lo hagas. Quiere protegerte. Te dice: te van a robar, te van a estafar. No quieres peleas con ella. Le dices a tu amigo que no te animas, pues no quieres abrir un negocio contrariando a tu esposa. El cocinero te dice que conseguirá otro socio. Piensas: si tiene éxito, voy a sentirme un pusilánime.

Finalmente, alguien te dice que consideres invertir en bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Tu asesor te asegura que es la inversión más segura. Debes comprar bonos redimibles a diez años. Debes estar seguro de que no venderás esos bonos antes de su expiración en 2029. Debes comprender que el precio de los bonos puede subir o bajar, pero, si no los redimes antes de su vencimiento, te proteges bastante de las oscilaciones del mercado. Tu dinero estará congelado diez años. En este momento, ganarás 2.6 por ciento al año.

Ganarás, si los tipos de interés se mantienen en esos niveles, unos veintiséis mil dólares anuales, es decir dos mil dólares mensuales y un pelín más. No es desdeñable. Pero incluso los bonos del Tesoro pueden bajar de precio y modificar sus tasas. El riesgo, aunque mínimo, existe. El problema es que, si bien estarás preservando tu capital, recibirás apenas dos mil dólares al mes. ¿Te alcanzaría para ser feliz? ¿O sentirías que estás privándote de disfrutar de tu dinero para que lo gocen más adelante tus hijos cuando ya no estés?Al final del día, decides que las inversiones más cautelosas son comprar un apartamento y alquilarlo, o comprar bonos del Tesoro. Ninguna te cambiará radicalmente la vida. Recibir un ingreso adicional de dos mil dólares mensuales será más que bienvenido, pero casi mejor si no renuncias a tu trabajo y continúas con tu vida de siempre.

Es decir, que cuando no tenías dinero se presentaba el problema de querer tenerlo. Y ahora que ya lo tienes, se presenta el problema de cómo hacer que te rinda una ganancia, sin exponerlo a grandes riesgos. Sí, ahora eres millonario, pero tienes unos problemas que antes no tenías.

¿Y si compras una casa espectacular y el auto de tus sueños? La inversión no te dejaría una renta, pero la disfrutarías día y noche. Serías rico y vivirías como rico. Quizás comprar una casa y vivir en ella sea una buena inversión en términos de goce personal. Veinte años después, seguramente valdrá más. Y nadie te quitará el placer de haber vivido en la casa de tus sueños.

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