Zombis y el ‘momento Minsky’. (Getty)
Zombis y el ‘momento Minsky’. (Getty)

En mi columna anterior planteé el problema de las empresas que son incapaces de hacer frente a los intereses de sus deudas con su resultado de operación, y cuyo número se ha multiplicado con la prodigalidad monetaria.
El economista Hyman Minsky (1919-96) fue un estudioso de la interacción entre el ciclo crediticio y el ciclo de los negocios. Su obra estuvo en la oscuridad hasta la crisis financiera de 2008-09, en que se desempolvaron sus escritos hasta el punto de bautizar la crisis como ‘momento Minsky’. Este autor dividía las empresas en tres tipos: (a) con cobertura; (b) especulativas; y (c) empresas “Ponzi” –palabra que es sinónimo de fraude– y categoría a la que, precisamente, pertenecen las zombis.

Las primeras cubren el servicio de la deuda mediante sus flujos de caja; las segundas solo hacen frente a los intereses; y las Ponzi/zombis ni eso, sobreviven gracias al financiamiento continuado, con la esperanza de que se aprecien sus activos (algo que efectivamente ocurre en los procesos de fiebre especulativa como el vivido los últimos cinco a siete años). El dinero barato y abundante es el caldo de cultivo de las zombis que, en tres décadas, han pasado del 2% del total al 10%, en el conjunto de los países desarrollados.

¿Hasta cuándo? Hasta que llega el ‘momento Minsky’, ese día incierto en que los mercados ponen en cuestión la valoración de los activos y el repago de las deudas. Se ocasiona una corrección drástica y súbita de los precios –de las acciones, bonos y bienes raíces– que se traduce en un deterioro en la situación patrimonial de un gran número de agentes económicos.

Los que ya no pueden refinanciar sus deudas tienen que vender activos; los mercados y los bancos limitan al mínimo el acceso al crédito. Se abre una ronda de caídas sucesivas en los precios de los activos y deterioro progresivo de las hojas de balance. Los impagos de unos afectan a los ingresos de otros en efecto dominó. Los consumidores recortan el consumo y las empresas cancelan inversiones. Irving Fisher (1933) lo describió mejor que nadie en su explicación de la crisis del 1929: “La teoría deuda-deflación de las grandes depresiones” ().

La economía entra en recesión, aumenta el desempleo. Cada país trata de defender su industria con el proteccionismo y la devaluación de su moneda, lo que lleva al colapso del comercio internacional. Las fuerzas destructivas tienden a perpetuar la penuria.

Hagamos historia. En 2000 reventó la burbuja punto.com. Al final de los 90, las bolsas habían registrado valoraciones sin precedentes. Los gobiernos reaccionaron con políticas monetarias expansivas para atenuar los efectos del desinfle bursátil, pero ello agravó el problema del endeudamiento, lo que condujo a la crisis hipotecaria de 2008.

Para rescatar al sistema financiero e impedir que la recesión deviniera en depresión, los bancos centrales abrieron todavía mucho más el caño monetario. Se acostumbraron y así pasó una década. Resultado: hoy la sobrevaloración de las bolsas es mayor que en 2000 y el exceso de endeudamiento, mayor que en 2008.

No estamos ante un fin de ciclo normal, sino ante uno brutal.

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