Los funcionarios británicos tienen que hacer frente a cerca de 500 proyectos relacionados con el Brexit. (AFP)
Los funcionarios británicos tienen que hacer frente a cerca de 500 proyectos relacionados con el Brexit. (AFP)

Ayer se cumplieron dos años desde el referéndum en que los ciudadanos del Reino Unido (RU) se pronunciaron sobre su permanencia en la Unión Europea (UE). El resultado fue 52% a 48% a favor del Brexit. Entonces escribí en mi columna –– que el proceso se demoraría años o incluso que, finalmente, los británicos podrían no abandonar la UE.

Muchos votaron a favor creyendo que el RU podría detener la inmigración –sobre todo de los países del Este– sin tener mayores efectos negativos en su economía y, en concreto, sin poner en riesgo la permanencia del RU en el mercado único europeo. Los hechos han mostrado que no es posible, algo que, por otra parte, no es novedad ya que Islandia, Noruega y Suiza –que no son miembros de la UE– han tenido que pagar el precio de aceptar la libre movilidad de mano de obra para poder participar en el mercado único. Dos años después, el RU sigue en la UE; lo terrible es que la incertidumbre ha provocado que bastantes empresas hayan decidido trasladar sus operaciones a otros países europeos. Ayer, cien mil británicos, contrarios al Brexit y partidarios de un nuevo referéndum, participaron en una manifestación en Londres.

El jueves nos dejó Charles Krauthammer, posiblemente el analista conservador más influyente de los EE.UU. desde William Buckley. Fue ejemplo de superación personal frente a la adversidad; a los 22 años, un accidente cuando nadaba le dejó parapléjico del cuello para abajo; a pesar de ello consiguió concluir sus estudios de medicina y llegó a ser una autoridad en siquiatría, para despues dedicarse al periodismo de opinión. Su incisiva columna en el Washington Post era una de las más leídas y respetadas.

Formó parte de la terna –junto a George Will y Bill Kristol– de columnistas más influyentes en el campo liberal conservador de EE.UU. Defensores de las políticas de Reagan y críticos acérrimos de Trump y sobre todo del servilismo con que el partido republicano se ha plegado a su agenda populista, anti-multilateral, y xenófoba.

Hace un año, cuando Trump se refirió en términos derogatorios a una presentadora de televisión, Krauthammer tuvo las siguientes palabras:
“Degrada el discurso político y avergüenza al país. Los presidentes no pueden hablar así, nunca lo han hecho. Esa forma de expresarse es de república bananera. Propia de Hugo Chávez contra sus opositores, o del dictador Duterte de Filipinas. Es degradante y reduce una gran república a la categoría de república bananera.” ()

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