Los inversionistas demandaron gran cantidad de dólares al conocerse nuevos detalles sobre las tensiones comerciales globales. (Foto: AFP)
Los inversionistas demandaron gran cantidad de dólares al conocerse nuevos detalles sobre las tensiones comerciales globales. (Foto: AFP)

Hace 12 meses escribí una columna, con este mismo título, en la que defendía que estábamos en la fase final de la recuperación económica y del bull market que se iniciaron a mediados de 2009. En esta y otras columnas he planteado cuatro argumentos.

El primero es que la expansión que vivimos tiene mucho de artificial porque ha sido propiciada por un proceso continuado de prodigalidad monetaria sin precedentes, imposible de continuar indefinidamente y que ya se está empezando a cerrar, aunque todavía tímidamente. Para hacerse una idea, el tamaño del balance de la Reserva Federal (el banco central de EE.UU.) –lo que comúnmente llamamos emisión de dinero– pasó de 900 mil millones en 2008 a 4.5 billones en 2016 y desde entonces se ha contraído a 4.1 billones.

El segundo argumento es que, si bien hasta la fecha dicho exceso monetario no ha provocado inflación –por el desempleo y la capacidad instalada ociosa con la que las economías salieron de la llamada gran recesión–, ya hemos llegado al pleno empleo y los estímulos monetarios o fiscales se traducirían inevitablemente en inflación; en otras palabras, el dinero “gratis” se agota cuando las economías se topan con la llamada “curva de Phillips”: mayor inflación a cambio de menor desempleo, precisamente el mecanismo que empuja a los bancos centrales a drenar liquidez y subir las tasas de interés, acción que a su vez precipita la caída en recesión.

La tercera razón es que el exceso monetario ha provocado una burbuja en el precio de los activos, incluidas las bolsas, solo comparable con la “exuberancia irracional” de finales de los noventa y los años veinte y que históricamente estas burbujas acaban reventando. El bull market actual ya tiene 115 meses y excede, por tanto, en dos al más largo previo que duró 113 entre 1990 y 2000.

La cuarta es que el ciclo económico, como el de la bolsa, obviamente no ha muerto; las políticas anticíclicas han logrado modificar la configuración de los ciclos, pero de ninguna manera acabar con ellos. En los EE.UU., según los registros del National Bureau of Economic Research, la duración promedio de las expansiones ocurridas entre 1945 y 2007 es de 58 meses. La expansión actual ya tiene 112 meses y es tan solo ocho meses más joven que la más duradera de la historia que fue la que transcurrió entre 1991 y 2001.

No me hace cambiar de opinión el 3.5% de crecimiento de EE.UU. en el tercer trimestre. La farra fiscal ha tomado el relevo a la monetaria: el gasto crece al 7% y los impuestos al 1%. No es sostenible.

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