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Presencias y compañías
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Javier dejó de asistir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos que marcaron los primeros meses de su recuperación.
Como que las cosas habían mejorado notablemente y el ritmo de su vida profesional, siempre exitosa, había ganado el día a día. Una de las razones que esgrimía, además de sentirse mejor y no haber recaído en la bebida, era que iba a tener que dar largas explicaciones sobre su ausencia y no tenía ganas de hacerlo.
Luego de conversarlo decidió regresar. Nadie le preguntó nada. No tuvo que rendir cuentas de nada.
Simplemente le dieron la bienvenida y todo siguió su curso normalmente. "La verdad", dice Javier, "sentí un enorme alivio, una compañía sin condiciones y una presencia comprensiva. No es que se fueron al otro extremo y se mostraron especialmente solícitos. Me trataron de la manera más pareja: si quería hablar, bien; si no, también. Me hizo mucho bien". A pesar de que Javier nunca fue religioso, ha comenzado a pasar unos minutos en el Santísimo, cosa que es logísticamente fácil, ya que el grupo de Alcohólicos Anónimos al que asiste se reúne en una parroquia que cuenta con uno. "Es un silencio que me acerca a una presencia espiritual que me trasciende, una manera de estar en contacto conmigo mismo sin estar solo", dice.
"Es una experiencia nueva y creo que complementaria con lo que ocurre en AA", reflexiona. Cualquier adicción, cualquier obsesión, es una manera tramposa de luchar contra la soledad, a través del entumecimiento que proporciona un estado de ánimo artificial o una actividad excluyente. Javier ha encontrado dos presencias distintas, pero complementarias, sin condiciones, que acogen, acompañan y permiten crecer más sanamente.
Roberto Lerner http://blogs.educared.org/espaciodecrianza/
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