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Redacción PERÚ21

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Juan Claudio Lechín,Desde Nueva YorkAnalista Político

Estados Unidos mira de palco los atropellos del socialismo del siglo XXI y la escandalosa penetración cubana sin hacer ni decir mayormente nada.

Tres embajadores norteamericanos me aseguraron hace tiempo que a su país no le interesa América Latina; y un excanciller peruano cuenta que Kissinger le dijo que ya Brasil está a cargo del resto de nosotros. Recientemente Kerry fingiendo ser tonto apuesta por el diálogo de la tóxica UNASUR para no resolver la crisis venezolana.

Este desinterés gringo es contrario a nuestros viejos conceptos del "imperialismo, el mundo libre, los recursos naturales y la geopolítica". Tratemos de indagar en el nuevo escenario. Primero, considerar, tal vez, que el pensamiento norteamericano es diametralmente opuesto al latinoamericano. Para nosotros, la política y sus vaivenes es la parte dinámica de la sociedad. Ellos, con 200 años de estabilidad política, ponen su ocupación principal en la economía y la tecnología. En la posguerra fueron más "políticos" por la presencia de la Unión Soviética pero hoy quieren creer que China está con el capitalismo y que ya no hay guerra fría, como también me pontificó Steven Levitsky con muchas referencias fácticas y pobreza analítica. Ello, a pesar de la flagrante infiltración China del África, y con el castrismo como eficaz operador en América Latina para desmontar a occidente y montar a Eurasia: China y Rusia.

El engaño nace cuando se quiere encontrar en el otro las virtudes que uno añora. Como todo exitoso ufano, Estados Unidos es auto-referencial y la vanidad les hace creer que el capitalismo chino es su éxito civilizatorio. Este pensamiento "economía mata política" no les permite percatarse que para China el desarrollo capitalista está al servicio del absolutismo político. Para USA, al revés, la política está al servicio de la economía; y mientras ganen dinero creerán que el avance geopolítico chino es comercial. Estados Unidos no nos salvará del socialismo cubano del siglo XXI ni de sus patrocinadores euroasiáticos. ¿Quedaremos librados, como siempre, a la voluntad de las potencias o nos haremos cargo de nosotros mismos? Lo cierto es que tendremos el futuro que merezcamos ser dueños.