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Perdonar beneficia al que perdona

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Fecha Actualización
En Japón hay un tipo de arte llamado Kintsukuroi, que significa “reparar con oro”. El artesano repara a través de un proceso, que implica trabajo y dedicación, uniendo las piezas con oro o plata, entendiendo que la pieza resultante es más hermosa por haber sido rota. Es una técnica para reparar los desperfectos de cualquier objeto, un abrazo estético que nos reconcilia con los errores embelleciéndolos. Sucede lo mismo que con el sufrimiento: no significa que debamos buscarlo a propósito, así como no debemos buscar romper las cosas para después embellecerlas; significa que la vida misma se encargará de traernos sufrimientos, errores, y rupturas que luego nos darán la oportunidad de reparar o no, de encontrarles sentido o no.
Cuando yo era chico, pensaba que había que perdonar por caridad, por altruismo, por hacerle un bien al otro. Creía que perdonar era un acto de generosidad hacia el que me había hecho daño. Solo de más grande he ido comprendiendo a cabalidad que perdonar es un acto de autoestima. La parte más importante de perdonar no tiene que ver con el otro, tiene que ver con uno mismo. Hay una sana conveniencia en perdonar. Y como en todo acto de verdadero amor propio (no de egoísmo), termina sucediendo que también beneficia a los demás, acaba siendo un “bien común”.
La parte más difícil es la de perdonarse a uno mismo. La culpa suele ser una emoción destructiva que nos hace llorar sobre la leche derramada en lugar de buscar la reparación. Lacán decía: “La culpa no impide nada, no prohíbe, al contrario: es un empuje a hacer lo que no queremos hacer, culposamente. La culpa se alimenta de sí misma, se come los deseos, se camufla: cuando nos volvemos culposos, eso que hicimos dejó de decir algo acerca de nosotros, el remordimiento desvitaliza la acción. Si la culpa no es consciente, es peor, los castigos vendrán solos, a veces como pestes, ‘malas rachas’ o destino. La culpa no es chiste, porque puede haber hasta una culpa por vivir”.
Perdonar es un arte y, como todo arte, requiere esfuerzo y dedicación. Los frutos son grandes. A veces, hay que buscar ayuda para perdonar, y sobre todo para perdonarse a uno mismo. Perdonar beneficia al que perdona.
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