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¿Pérdida de tiempo?
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Pocos son los ejecutivos en el mundo moderno que no han pasado por encuentros, promovidos por sus propias empresas, durante los cuales deben involucrarse en actividades muy alejadas de aquello que hacen para ganarse el pan.
Sobrevivir en un entorno adverso, remar en ríos a través de rápidos, cocinar, bailar, colorear mandalas, hacer sonar tambores africanos, caminar sobre brasas ardientes, actuar leyendas andinas disfrazados de animales son algunas, algunas solamente, de las conductas que servirán para mejorar nuestras habilidades de liderar y organizar, ser auténticos, justos, simpáticos y osados. Y, por supuesto, más productivos.
Y los ejecutivos juegan el juego porque, bueno, quizá algo hay que aprender y no es educado rechazar las buenas intenciones de quien nos acoge entre sus trabajadores y, además, nos paga a fin de mes. Pero, ¿hay algo que sustente el esfuerzo, energía y recursos invertidos en esos desvíos de nuestras agendas profesionales?
No es algo que pueden mostrar quienes promueven todo lo anterior y más en nombre de la capacitación. Por lo menos, no con datos acerca de las aplicaciones que tienen las actividades y los términos que les dan, supuestamente, sentido. Cajones de sastre, generalidades, ganchos emocionales, pero pocas estadísticas y menos ciencia.
Cuestionar, dudar, ironizar, contraargumentar alrededor de los entrenamientos de moda no gana muchos amigos y puede hacernos ver como aguafiestas, pero nunca hacer nada va a contramano de lo que las organizaciones piden insistentemente de sus ejecutivos: asertividad, capacidad de resistir la presión social, decir lo que piensan.
¿Qué queda? Bueno, tolerancia y el uso inteligente del sentido del humor, además de hacer buenas preguntas de manera educada.
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