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Pequeñas f(r)icciones: Keiko, Mark y el doctor indulto

Incluso en un país como el Perú, tan acostumbrado a la incertidumbre y los repentinos golpes de timón, todavía queda espacio para la sorpresa, real o pretendida. La noticia de la libertad del expresidente Alberto Fujimori no solo entrampó una escena política ya entrampada, sino que también, en esa misma reiteración, partió a una sociedad ya partida. Así las cosas, ¿quién indulta a los peruanos?

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Fecha Actualización
Incluso en un país como el Perú, tan acostumbrado a la incertidumbre y los repentinos golpes de timón, todavía queda espacio para la sorpresa, real o pretendida. La noticia de la libertad del expresidente Alberto Fujimori no solo entrampó una escena política ya entrampada, sino que también, en esa misma reiteración, partió a una sociedad ya partida. Así las cosas, ¿quién indulta a los peruanos?

En la casa de Keiko Fujimori, el primero en enterarse fue su esposo, Mark Vito.

-Keiko -dijo Mark- ¿ya te enteraste de la gran noticia?
-No, ¿qué pasó? ¿Encontraste trabajo?

Vito entrecerró los ojos.

-No. Y no entiendo por qué me dices eso.
-Bueno, Mark. Yo sé que no tenemos problemas económicos, pero no nos vendría mal un ingreso más.
-Estoy de acuerdo, pero tú siempre me dices que andas ocupada con eso de la política.
-No me refiero a mí.
-Keiko, por favor. Nuestras hijas todavía son muy jóvenes para trabajar.
-Me refiero a ti, Mark. A ti.

El esposo de Keiko abrió los ojos, como dos discos.

-¿A mí? Parece que te olvidas de que tengo mi propia inmobiliaria.
-Y tú parece que te olvidas con quién estás hablando.

Vito dio un largo suspiro. Luego suavizó la dureza de sus facciones.

-Keiko, ya pues. No vamos a discutir por tonterías. Además, lo que te tengo que decir te va a alegrar el día.
-Verdad, me ibas a dar una buena noticia. Dime de una vez, ¿qué pasó?
-Han reestablecido el indulto a tu padre.

Keiko saltó como un resorte del sofá.

-¿Cómo?
- Sí, tu padre va a quedar libre.

Keiko se abalanzó sobre Mark y lo abrazó. Luego cogió el celular de la mesa.

-Voy a llamar a mis hermanos.

De golpe, el rostro de Vito cambió de expresión. Parecía que se había topado con un hecho misterioso.

-Keiko.
-Sí, dime -dijo, volteando a verlo, interrumpiendo el marcado.
-Lo que han hecho es volver a poner en ejecución el indulto que le dio PPK. ¿Es así?
-Así es.
-Mmm…
-¿Por qué lo preguntas?
-Es que recuerdo que esa vez no estabas tan entusiasmada. Al contrario, recuerdo que el partido sacó un comunicado en que decía que estaba mal dado.

Keiko devolvió el teléfono a su lugar.

-¿A qué viene todo esto?
-¿Entonces estás contenta con la liberación de tu padre?
-Pero claro que lo estoy. Es mi padre. A veces haces unas preguntas.

En la casa de la excandidata presidencial, apenas una hora después de hecha pública la decisión del Tribunal Constitucional, las llamadas iban y venían con la velocidad de la luz, naranja. Sentado en la sala, el abogado de Fujimori, César Nakazaki, espera que Keiko termine de atender al celular.

-Doctor -dijo Mark, ingresando.

Nakazaki se levantó del sillón.

-Mark, ¿cómo estás? ¿Todo bien?
-Sí, doctor. Todo bien. Contento por la libertad de mi suegro.
-Tenía que ser así.

Vito volvió a adquirir una postura de contemplación.

-Doctor, quería preguntarle algo.
-Dime, Mark.
-Cuando PPK indultó a mi suegro… ¿se acuerda?
-Claro que me acuerdo.
-Bueno, esa vez que lo dejaron libre, ¿el partido no se quejó porque el indulto había sido mal dado?

Una sonrisa nerviosa emergió en el rostro de Nakazaki.

-¿No te acuerdas lo que pasó entonces? ¿Lo de Kenji? ¿Lo de Mamani?
-Pues ahora que lo menciona, algo me acuerdo.
-¿Pero cómo no te vas a acordar? ¿Qué estabas haciendo entonces?
-No sé. Imagino que jugando play.

El abogado de Fujimori movió la cabeza a los lados. En ese momento, ingresó Keiko. Saludó afectuosamente a Nakasaki. Ambos se sentaron, mientras Vito seguía de pie.

-Perdone que lo haya hecho esperar -dijo Keiko-. He estado coordinando para que las bases del partido salgan a las calles a celebrar la noticia.
-¿Del partido Fuerza Popular? -preguntó Vito.

Keiko dibujó una franca sonrisa en su rostro.

-Pero claro que de Fuerza Popular, Mark. No te digo que a veces haces unas preguntas.
-No es eso -dijo Mark, con un tono serio.
-¿Entonces qué es? -respondió Keiko, con la voz más fuerte.
-Si ustedes gustan, yo puedo volver más tarde -intervino Nakazaki, haciendo el ademán de ponerse de pie.
-No, doctor, ya bastante lo he hecho esperar.
-Quédese nomás -dijo Vito-. Yo solo quiero saber por qué antes criticaron el indulto y ahora lo aplauden.
-Nadie del partido criticó la libertad de mi padre, sino la negociación que hizo Kenji a mis espaldas.

Los tres se quedaron callados. Nakazaki trataba de ver hacia cualquier otro lado, menos donde estaban los esposos. Mark y Keiko se observaban, concentrados, miraban, como si estuvieran en una batalla de miradas.

-Ya está. Eso nomás quería saber. Ahora los dejo.

Vito miró a Nakazaki y asintió con la cabeza, como despidiéndose. El abogado de Fujimori hizo lo propio. Cuando Keiko y Nakasaki se quedaron solos en la sala, empezaron a conversar sobre los pasos administrativos que tienen que darse para que la libertad del expresidente se ejecute. Luego, Keiko volvió a hablar de los planes para la celebración.

-Estamos armando una gran gigantografía para ponerla en la plaza San Martín.
-Me alegra mucho, Keiko.
-Le vamos a poner “Alberto Fujimori, nuestro presidente, nuestro ejemplo”.

De pronto, la figura de Vito se materializó en la sala.

-¿Qué dicen que van a poner en la gigantografía?
-Mark -dijo Keiko, aniquilándolo con la miranda-. Fíjate bien lo que vas a decir.
-No voy a decir nada malo.
-Más te vale.
-Pero eso de poner a tu padre como ejemplo. ¿No es mucho ya?
-Perdone, doctor. Espéreme, por favor. Esto tomará solo un minuto -dijo Keiko cogiendo de la mano a Vito y llevándolo hasta la cocina.

En la sala, el abogado de Fujimori alcanzó a oír, casi sin querer, una voz que se alzaba: la de Keiko. Luego ya las voces se juntaron, se mezclaron y se volvieron un murmullo general, ininteligible. Entonces, Nakazaki dejó que su mirada se pierda y empezó a pensar, a recordar. De pronto, casi sin querer, un cuestionamiento envuelto en pregunta lo asaltó: “¿Ejemplo?”. Y luego, sin poder contenerse, empezó a reír.
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