Pequeñas f(r)icciones: El que la sigue... escudero sigue
Alejandro Salas tenía la mirada fija en el iPhone de última generación que descansaba, ajeno, altivo, sobre el escritorio de su despacho ministerial. Mientras su mano izquierda no se movía, los dedos de la derecha tamborileaban sobre el borde del mueble de madera. En los próximos minutos, según sus cálculos mil veces pensados, una llamada llegará, tendría que llegar, y él, conteniendo la emoción, dejaría que el timbre suene todavía un par de interminables veces –tampoco quiere parecer desesperado– hasta que, entonces, recién contestará la llamada y aceptará el llamado del presidente Castillo e irá a Palacio de Gobierno, con el andar más estadista posible y, entonces, solo entonces, aceptará el cargo de premier, aquel que siempre quiso y que se ha ganado explorando las infinitas posibilidades del multiverso del felpudo.