Pequeñas f(r)icciones: El día que Fujimori se volvió fujimorista.
Pequeñas f(r)icciones: El día que Fujimori se volvió fujimorista.

observa, sopesa, casi parece estudiar la hoja que espera su rúbrica y que, muy segura de sí misma, descansa sobre el escritorio. Respira hondo y con extrema lentitud, como para arrancarle algunos segundos al tiempo, reacomoda sus lentes. Entonces, nota, con cierto rubor pero sin sorpresa, que el lapicero que tiene entre sus dedos tiembla, igual o más que él. Y es que el expresidente está a punto de hacer algo que podría poner en riesgo su imagen, su legado, su prontuario entero. Un hecho del que no se vuelve más y que, sin duda, marcará el derrotero del resto de su vida. Fujimori —hasta perturba contarlo— va a adherirse al fujimorismo.

—Ya pues, papá. ¿Para cuándo?

La pregunta de Keiko saca a Fujimori del trance. Luego este mira a su hija con ojos de reprobación y mueve la cabeza a los lados. Entonces, como señal de protesta, deja caer al lapicero sobre el escritorio.

—Hija, si vas a seguir presionándome así, no firmo nada.

Keiko fuerza una sonrisa y voltea a ver al encargado de las redes sociales del partido. El joven tiene instalado un juego de luces y un trípode que sostiene una pequeña cámara. Todo listo para perennizar tan magno evento.

—¿Por qué no me das un par de minutos? —le dice Keiko al encargado—. Tengo que conversar con mi padre.

El joven se ruboriza. Se levanta con torpeza y casi se tropieza con el equipo de video. Luego, sale de la oficina y cierra la puerta tras de sí. Entonces, se queda un minuto y al ver que no hay nadie en el pasadizo, pega su oído a la madera. Lo acerca todavía más, pero no logra escuchar nada. En cambio, siente claramente cuando la puerta se abre y emerge el rostro desencajado de Keiko.

—¿Se te ha perdido algo?

Al verse descubierto, el encargado solo atina a encogerse de hombros. Luego, ante la mirada inquisitoria de Keiko sale al jardín. La hija de Fujimori regresa a la oficina y se sienta junto a su padre.

—A ver, papá. ¿Qué te cuesta firmar este papelito?

—No es lo que me cuesta, hija. Es lo que me puede costar.

Keiko hace un gesto con su rostro. Intenta parecer divertida, como si a fin de cuentas a ella, en verdad, no le importara si Fujimori se une o no a Fuerza Popular. En ese momento, su padre alza la cabeza, como si estuviera esperando la llegada de alguien.

—¿Estás esperando a alguien, papá?

—A Kenji, hija. Me dijo que iba a venir.

—¿Y por eso no quieres firmar? ¿Por Kenji? Dime, ¿qué ideas te ha metido ahora?

—¿Ideas? ¿Kenji?

—Tienes razón —dice Keiko—. Para meterte una idea, primero debería tener alguna.

Fujimori se pone de pie y señala a su hija.

—Ya te he dicho que no me gusta que hables mal de tu hermano. Si vas a seguir así, mejor me voy a mi cuarto.

Keiko demora unos segundos en responder.

—Ya pues, papá —dice en tono conciliador—. Ha sido una broma nomás. Tú sabes que a Kenji lo quiero como a un hermano.

—¡Él es tu hermano!

—Ya lo sé. ¿No ves que otra vez estoy bromeando?

El expresidente mira a su hija.

—Quisiera creerte.

—Créeme —dice y al mismo tiempo se acerca a Fujimori. Lo coge del brazo y hace que se vuelva a sentar—. Ahora lo importante es que firmes esto de una vez. ¿Puedo llamar al muchacho para que grabe?

Una sombra de duda oscurece el rostro de Fujimori.

—¿Y por qué mejor no esperamos a tu hermano?

—¿Cómo? ¿Va a venir?

—Sí, ¿no te dije?

—No, no me dijiste.

—Pues te lo digo ahora entonces.

Los labios de Keiko se transforman en un puchero.

—¿Qué pasa? —pregunta Fujimori— ¿No quieres que venga?

Una sonrisa demasiado repentina atraviesa el rostro de Keiko.

—No, papá. Pero qué hablas. Ya te he dicho que no tengo ningún problema con Kenji.

—¿Entonces por qué no quieres esperarlo?

—Papá, esto no tiene nada que ver con él. Acuérdate de lo que te dije. Va a ser una gran noticia para el pueblo fujimorista.

—Sí, eso es verdad.

—Claro que es verdad. Vamos a dar una muestra de unión, de familia. Vamos a demostrar que los Fujimori estamos unidos.

—¿Entonces esperamos a Kenji para que salga también en el video?

—No, ¿para qué?

—Para que se vea eso que dices: la unión familiar.

—¿Cuál unión familiar?

—Hija, por favor. Toda esta tensión con tu hermano empezó cuando lo expulsaste del partido.

Keiko se pone de pie. Parece que va a salir de la oficina, pero da media vuelta y mira a su padre.

—¿En serio, papá? ¿Vamos a hablar otra vez de lo mismo?

—No, yo tampoco quiero recordar eso.

—Tú sabes bien que el que sacó a Kenji del partido fue el Comité Central.

—¿Y quién presidía ese comité?

—Yo, pero ¿eso qué tiene que ver con la firma? No entiendo, papá. Tú me habías dicho que estabas de acuerdo en firmar. ¿Qué pasó? ¿Kenji te dijo algo?

El expresidente endereza la postura y asiente con la cabeza.

—Sí. La verdad es que sí. Él no está de acuerdo con todo esto. Y justamente está viniendo para convencerme de que unirme a Fuerza Popular es un error.

—¿Y por qué va a ser un error?

Fujimori siente que vuelve el temblor en su mano. Hace un puño para disimular.

—Kenji piensa que me vas a traicionar. Él cree que no vas a aceptar que yo sea el candidato del partido. Y dice que por eso quieres que firme. Para tenerme bajo tu control.

Keiko se pone de pie y se acerca a su padre. Posa la mano sobre los cabellos de su padre, con suma ternura.

—Papá, escúchame bien. Tú sabes cuánto te quiero, ¿no?

Varios minutos después, el timbre anuncia la llegada de Kenji. Keiko lo saluda. Se muestra inusualmente efusiva. Le pregunta si quiere algo de beber y en seguida va a traer a su padre. De pronto, están los tres reunidos en la sala, hundidos en los sillones de cuero. Tras una breve y anodina charla, Keiko se pone de pie y se excusa: va a la cocina a ver por qué la empleada demora tanto con las infusiones.

—¿Y papá? ¿Qué pasó? ¿Firmaste?

—Sí, ya firmé.

Kenji mira de reojo con dirección a la cocina. Luego, se dirige a su padre.

—¡Excelente! —exclama Kenji—. Entonces ya eres del partido.

—Sí, hijo. Ahora las cosas se harán como yo diga.

—¡Qué bueno! Ahora no hay forma de que Keiko vuelva a postular.

—No, ya no. Y no solo va a ser lo mejor para el partido sino también para ella. Si sigue postulando va a terminar traumada de tanto perder.

Kenji se echa para atrás y se hunde todavía más en el sillón. Luce una amplia y franca sonrisa.

—¿Y cuándo le vamos a decir que yo voy a ser el candidato presidencial del fujimorismo?

Fujimori mira a su hijo. Antes de darle una respuesta, procura elegir cuidadosamente las palabras.

—Kenji, hijo. Tú sabes cuánto te quiero, ¿no?


*El texto es ficticio; por tanto, nada corresponde a la realidad: ni los personajes, ni las situaciones, ni los diálogos, ni quizá el autor. Sin embargo, si usted encuentra en él algún parecido con hechos reales, ¡qué le vamos a hacer!


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