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Pequeñas f(r)icciones: “Breve histeria del golpe”
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¿Qué pasó al mediodía del pasado miércoles 7 de diciembre? ¿Qué motivó a Pedro Castillo a leer, en televisión nacional, la nota de suicidio más larga de nuestra historia? ¿Es verdad, como dicen, que dio el golpe más absurdo y breve de nuestros tiempos porque fue drogado, o fue por haber tomado agua arracimada? ¿Es cierto que lo último que recuerda fue haber tomado un vino obsequiado por Dina Boluarte?
Tras una exhaustiva y detallada investigación, estas preguntas serán resueltas. Sin embargo, hasta que alguien realice esa investigación, damos nuestra versión de los hechos. Se trata, a diferencia de Castillo, de una versión libre.
Primero, la idea
A pocas horas de la votación por la vacancia presidencial, Pedro Castillo se encuentra en su despacho a solas con Betsy Chávez y Aníbal Torres. Ambos funcionarios habían insistido en verlo a solas y en el menor tiempo posible.
-Señor presidente -dijo Betsy, mirando de reojo a Torres-, tenemos una propuesta para tomar la iniciativa y no esperar la vacancia.
-¿De qué se trata? -preguntó Castillo.
Fíjese, qué casualidad. Aquí hay un discurso.
-¿Están seguros de que el país me apoyará si cierro el Congreso?- preguntó Castillo.
-Claro, señor presidente -respondió Betsy.
-Todo el Perú lo va a apoyar -intervino Torres-. ¿No ve que en las encuestas casi nadie aprueba al Congreso?
-¿Y las Fuerzas Armadas? ¿La Policía? ¿Seguros que ellos también me van a apoyar?
-Claro, yo conozco a alguno de los mandos. Además, no se van a atrever a ir contra el pueblo.
-No sé. Tengo un mal presentimiento. ¿Y cómo va lo de la vacancia? A mí me han dicho que la oposición no tiene los votos para vacarme.
Betssy miró a Torres, formalmente su jefe de asesores. Este asintió, como dándole permiso para hablar. Ella dio un paso adelante y se dirigió a Castillo.
-Bueno, el lunes la oposición tenía 70 votos. Después que el exjefe de la DINI dijo que usted sabía de todos los casos de corrupción, subieron a 80. Y ahora que Marrufo dice que le dio el dinero a usted en persona, calculamos que ya podrían tener los 87 votos para vacarlo.
-¿Seguros?
-Sí, señor presidente -dijo Torres-. Solo le queda dar el mensaje a la nación cuanto antes.
-Pero, ¿qué voy a decir?
Torres, con una sonrisa de satisfacción, como de quien había estado esperando toda su vida esa pregunta, abrió el folder que tenía en la mano y extrajo un puñado de hojas engrapadas.
3, 2, 1…muriendo
Con la mirada fija en la cámara de TV Perú, Castillo respiró fuerte y sintió un ligero devaneo antes de empezar a leer. Entonces se aferró a las hojas y estas se dejaron llevar por el temblor de Castillo, un temblor que nacía en su interior y se extendía hasta materializarse en sus manos. El discurso fue un desfile de frases hechas, sentencias absurdas y medidas propias de alguna historia de política-ficción. De entre todas las palabras que se sucedieron, dos resonaron con más fuerza en el recuerdo colectivo de millones de peruanos: “disolver” y “Congreso”. Castillo terminó el discurso con involuntaria ironía. “Viva el Perú”, sentenció y se sentenció y ¡ay¡, siguió muriendo.
¿Y el apoyo? ¿Está vivo o está muerto?
-¿Cómo va la cosa? -preguntó Castillo a Betsy y a Torres-. Díganme, ¿cuánta gente me está apoyando?
De pronto, Betsy estalló en lágrimas. Se puso la mano sobre el rostro, como intentando contener el llanto y salió de la oficina.
-¿Qué le pasa a Betsy?
-Nada.
-Pero estaba llorando.
-Ah, sí, es una chica muy emotiva. Parece que se ha peleado con el novio.
-¿Seguro? A mí me pareció que empezó a llorar cuando le pregunté cómo iban las cosas.
-No, señor presidente. Cómo cree...
Castillo eleva sus hombros un momento y luego los deja caer. A través de la ventana, da una mirada furtiva al exterior. Entonces, vuelve a poner sus ojos en Torres.
-Bueno, entonces, dime tú, Aníbal, ¿cómo nos está yendo? ¿Cuánto apoyo voy teniendo? ¿Las Fuerzas Armadas?
-No, ellas no lo apoyan.
-¿No? ¿Y por qué no?
-Por tonterías, algo sobre el respeto a la democracia o algo así.
-¿Y la Policía?
-La Policía tampoco. Pero qué más da. Total, quién los necesita.
-Pero, Aníbal, tú me dijiste que ya habías convencido a parte de la Policía.
-Bueno, en realidad, hay una unidad que sí nos apoya.
-¿Cuál?
-La unidad canina.
-Pero qué me estás diciendo. ¿Y los ronderos?
-Bien, gracias.
-Te pregunto qué fue de los ronderos. No me digas que ellos tampoco me apoyan.
-No, señor presidente. Claro que los ronderos lo apoyan; es más, ya están en marcha hacia aquí.
-Excelente, ¿y cuándo llegan?
-Al paso que van… en enero, máximo en febrero.
La fuga y el rey de la impuntualidad
Castillo abandonó Palacio de Gobierno junto con Torres. Subieron a la camioneta oficial y elevaron las ventanas polarizadas.
-Por favor, llévenos a la embajada de México -le dijo Castillo al policía que va manejando.
-De acuerdo, señor presidente.
Diez minutos después de haber salido, el auto se detuvo.
-¿Qué pasa? -preguntó Castillo.
-Tengo órdenes de mi superior de llevarlo a Chota -responde el chofer.
-¿A Chota? ¿Sabes cuánto tiempo nos va a llevar ir hasta Cajamarca?
-No, lo voy a llevar a jirón Chota, donde queda la Prefectura.
El expresidente miró a Torres.
-Aníbal, ¿qué significa esto?
-¿Cómo se lo explico, señor presidente? Es como la canción de Lavoe…
-¿”El día de mi suerte”?
-No. “Todo tiene su final”.
Fundido en Barbadillo
Sentado en su lugar de detención, la sede policial del fundo Barbadillo, Castillo recibió la visita de Torres. Desde ahí, se podía distinguir el inmenso jardín por donde Alberto Fujimori sale a caminar todos los días.
-¿Y cómo le va, señor presidente? -preguntó Torres a Castillo.
-Más o menos. Al menos me distraigo con el Mundial. Lo malo es que no puedo verlo completo. No tengo Direct TV.
-Eso no puede ser. Están atentando contra sus derechos.
-¿De transmisión?
-No, señor presidente. Hablo de sus derechos humanos.
-Olvídate de eso. Más bien, dime, ¿cómo va mi caso? ¿Hasta cuándo me quedaré aquí?
-Su abogado está tratando de demostrar que usted es inimputable.
-Parece mentira. Apenas dejo Palacio y ya empiezan los insultos.
Torres se pasó la mano por los cabellos ralos.
-No se ponga así, señor presidente. Mire, dentro de todo lo malo, le tengo una buena noticia. Es sobre la vacancia.
-¿La van a anular?
-No.
-¿Y entonces? ¿Cuál es la buena noticia?
-Usted tenía razón. No se tenían los votos para vacarlo.
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