(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

Si creímos que ya habíamos visto las peores miserias de este gobierno, que incluyen a los impresentables que designó en cargos importantes del Estado, que inclusive tienen prontuario en vez de currículum, no; hay todavía más para ver a qué nivel de decadencia moral y ética se ha llegado.

El escándalo de la tesis plagiada del presidente Castillo, que involucra a su esposa, es la cereza de la torta de la mediocridad de este gobierno, porque demuestra la catadura moral de Castillo y hasta dónde puede ser capaz con tal de lograr sus objetivos. La degradación no solo es por ser la primera autoridad del país, sino que tenemos bajo la misma acusación de plagio y con evidencias a dos de sus conspicuos ministros, Betssy Chávez y Rosendo Serna, este último nada más que el ministro de Educación; la vergüenza se cuenta sola.

Uno espera mínimamente que quien ostente la investidura del presidente de la República tenga las credenciales de honestidad para dirigir a todo un país, porque esto le da legitimidad para gobernar y poder conducir los destinos de nuestra patria, pero ¿qué podemos esperar ahora de alguien que es capaz de ser deshonesto hasta en lo intelectual?

Aquí el agravante es que es un maestro de aula, que supuestamente formaba a los niños de Tacabamba, en Chota, Cajamarca. ¿Qué valores trasmitía sobre la honestidad a sus alumnos, si él sabe que, si encuentra in fraganti a un niño copiando en un examen, tiene que sancionarlo y sobre todo aprovechar la oportunidad para corregir una falta grave como el plagio e inculcar los valores éticos que van a marcar la vida futura de estos niños?

Ahora se entiende que sus propuestas demagógicas, como el ingreso libre a las universidades, aparte de ser un despropósito para estimular el esfuerzo y el estudio de los jóvenes, que se requiere para destacar en la vida profesional, tienen un trasfondo de premiar la mediocridad y hasta la indecencia. Una vergüenza.