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[Opinión] Richard Arce: Una traición más de Castillo
“Se acaba de nombrar viceministro de Políticas para la Defensa, en el Ministerio de Defensa, a Leonel Cabrera, quien tiene antecedentes con ‘vladivideos’ incluidos (...)”.
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Al revisar los antecedentes de los personajes que aparecen nombrados en cargos públicos, lamentablemente no van resaltar las calificaciones académicas y menos su expertise y profesionalismo. Todo lo contrario, lo más probable es que encontremos antecedentes controversiales que incluyen prontuario.
Este gobierno es del reciclaje de personajes siniestros y de todo calibre, nada que ver con la meritocracia y, peor aún, que sean referentes de izquierda. Todo al revés. Se tiene personajes de todos los colores políticos, reciclados de las antípodas de lo que supuestamente representa esta gestión.
Tal es así que se acaba de nombrar viceministro de Políticas para la Defensa, en el Ministerio de Defensa, a Leonel Cabrera, quien tiene antecedentes con ‘vladivideos’ incluidos y evidencias de ser un adepto fujimorista al servicio de generales montesinistas como José Villanueva Ruesta, que están sentenciados por corrupción.
Tanta es la opacidad de este gobierno para no darse cuenta –o lo hará a propósito– y rodearse de impresentables y, no conforme con ello, nombrarlos en cargos importantes, mostrando una vez más el desprecio con los intereses del Estado y rifando su palabra de un supuesto cambio después de 200 años de corrupción.
Veamos los antecedentes de este exmilitar. Según la Comisión de la Verdad, tiene una acusación por el asesinato de 9 campesinos en el caserío Bambú en marzo de 1992, en el “Operativo cuchara”, que está todavía por esclarecerse en un proceso judicial. Incluye en este legajo denuncias por presuntas ejecuciones extrajudiciales durante la operación “Chavín de Huantar”, que mancharon el accionar heroico de los comandos que rescataron a los rehenes en 1997.
Esta es una prueba más de la farsa de este gobierno, que supuestamente iba a representar una renovación en la política, enarbolando la bandera de la honestidad, que haría olvidar el pasado oprobioso –que incluye el fujimontesinismo–, y resulta que es todo lo contrario. Está más bien premiando a los esbirros de esa época nefasta.
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